miércoles, 25 de julio de 2007

Vn. Llaima: Recuerdos de Invierno

Apreciable desde gran parte de la región, el volcán Llaima es un clásico de los andes araucanos. Se alza imponente hacia el Este, cono de fuego cuya cumbre alcanza los 3.125 msnm. Año 2004. Agosto era un mes preciso para abordarlo, la lluvia estaba dando una pequeña tregua y nosotros no perderíamos la oportunidad.

Equipados con lo necesario para aventurarse hacia las alturas del volcán, iniciamos el trayecto de casi 90 kilómetros que separan Temuco del Centro de Ski la Araucarias. El equipo, compuesto por solo una cordada, dos personas, iniciamos la marcha hasta el plateau de la montaña, una especie de gran meseta nevada ideal para acampar, que nos esperaba a 2.000 metros de altura.

Luego de 3 horas de marcha por una nieve blanda que nos cubría hasta la rodilla, alcanzamos la gran terraza o plateau que ofrece el volcán. Hasta ahí el paisaje ya era magnifico, conmovedor, solitario. La nieve lo inundaba todo, y convertía el lugar en una gran planicie de un blanco intenso, donde era imposible quitarse las gafas o intentar aventurar alguna distancia.


Esperamos el atardecer junto al campamento cuidadosamente instalado, bebimos te y nos servimos algo contundente para comer. Así, muy lentamente arribo el atardecer, la temperatura descendió drásticamente y el sol inicio su juego multicolor en la línea del horizonte. Rojo, azul, naranjo, verde, amarillo, eran muchos los colores que podíamos percibir desde nuestra privilegiada ubicación, hasta que decidimos adentrarnos en la seguridad de la carpa.


A las 19:00 hrs. ya estábamos acostados intentando conciliar el sueño, mientras afuera, la temperatura ya bordeaba los 10 grados bajo cero. El cansancio de la primera jornada nos permitió conciliar el sueño rápidamente, cobijados en nuestros sacos de dormir, equipamiento que cumplía con los requerimientos necesarios para sobre vivir a la fría noche que caía sobre nosotros en el lecho del volcán.

A las 5 de la madrugada comenzaron las maniobras para iniciar el ataque de cumbre. Un buen desayuno, algunos litros de liquido a la mochila, raciones de marcha y estábamos listos para partir.

Recién cuando salíamos de la carpa nos percatamos de una fugaz nevada que se dejo caer en nuestras horas de sueño, ahora el cielo quedaba limpio, y el día se perfilaba radiante. Nos abalanzamos en la oscuridad de la montaña resistiendo el frío y el viento de aquellas horas, sabíamos que la recompensa seria grande.


Fuimos ascendiendo paulatinamente, progresando sobre la nieve dura de aquellas horas, hasta llegar a un perfecto mirador de los volcanes que se yerguen hacia el norte. Ahí estaban los volcanes Lonquimay, Tolhuaca y un poco mas atrás el Callaqui, mientras hacia el este, un poco mas cerca, se alzaba la imponente Sierra Nevada, un punto de referencia perfecto para localizar el hermoso Lago Conguillio, que comenzaba a recibir los primeros rayos del sol.


Continuamos nuestro camino, la pendiente se pronunciaba y los crampones y piolets hacían su trabajo. El día había llegado, el panorama se tornaba espléndido, mientras nuestra vista se perdía en el infinito. La cumbre estaba cerca, no muy lejos arriba, adornada por una serie de coliflores de hielo, que lucían exuberantes formaciones, como sacas de un cuento de la era glacial.

A las 11 de la mañana nos encontrábamos en la cumbre, habíamos llegado al borde del cráter el cual tuvimos que rodear hacia la derecha por la gran cantidad de humo y gases que emanaba desde las profundidades del Llaima.


Todo bajo nuestros pies lucia tapizado de nubes, solo emergían de la espesura blanca los conos volcánicos adyacentes al lugar, aquel panorama se asimilaba a un verdadero parque jurasico, y nosotros estábamos ahí, disfrutando de aquella extraña recompensa.

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