martes, 30 de agosto de 2022

Actualidad: 1ra repetición de “Pepito paga doble”

“La historia de una montaña nunca termina de escribirse”, frase que se pasea por mi cabeza mientras pienso en todo lo que nos ha entregado el Cordón La Llave, al norte de Villa Mañihuales. Sin ir más lejos, hace un par de días le dimos forma a su último capítulo, inaugurando la temporada de montaña con la 1ra repetición de la vía denominada “Pepito paga doble”, abierta en agosto de 2019 por Raimundo Olivos y José Neira a la cumbre oeste (y principal del cordón).  

Luego de esperar por semanas una ventana climática, esta por fin llegó. Arreglamos las pilchas, definimos el equipo y partimos llenos de motivación. Inicialmente el proyecto consistía en abrir una nueva vía a la cumbre este, pero el exceso de nieve y la presencia omnipresente de avalanchas en la línea propuesta nos hizo desistir y cambiar de planes. Este invierno ha hecho de la suyas, trayendo con él importantes cantidades de nieve y frio - que espero - permitan se alargue la temporada.


El equipo de ataque lo conformamos Germán Villagrán y yo, Pelao Niedmann nos acompañó como apoyo y para aprovechar de hacer ski en las vírgenes laderas de esta comarca montañosa. Avanzamos lo que más pudimos con la camioneta hasta que iniciamos la marcha, una que nos tomaría solo dos horas para acceder hasta el limite de la vegetación donde levantamos nuestra pequeña fortaleza. El resto de la tarde evaluamos las condiciones, definimos el objetivo y nos fuimos al sobre entre risas y buena conversa. 

Siendo las 05:15 am. abandonamos la comodidad del campamento y nos sumergimos en una oscura noche, tratando de adivinar el mejor camino hasta nuestro pie de vía. Cuando el sol comenzaba a emerger en la línea del horizonte nos detuvimos por primera vez, estábamos en la base del característico y profundo canalón que le da forma a “Pepito paga doble”, justo bajo un tapón rocoso que amenazaba con ser el crux de la ruta.

La gran cantidad de nieve acumulada simplificó la rudeza de este tramo, el cual superamos escalando un par de metros por la izquierda, sin necesidad de asegurarnos. Más arriba la pendiente declinaba, pero ha ratos la nieve se volvía muy profunda, aumentando considerablemente nuestro desgaste, sumado al peso de todo el equipo, que incluía los skis de Germán, mis raquetas, cuerdas, estacas y algunos fierros.  

Buscando, a ratos logramos detectar las zonas más aceptables para progresar y ganar altura - en un ejercicio que si bien era bastante agotador - no perturbaba nuestro ánimo y motivación. Estábamos felices en aquel lugar, conviviendo con un terreno prístino y salvaje, en lo más íntimo de una montaña que poco sabe del mundo de los hombres, de camino hacia un altar vestido de hongos y carámbanos labrados por la mano de incesantes tormentas que en ese minuto firmaban un pacto de no agresión con nuestras humanidades.    

Antes de llegar al final del canalón cercado por intimidantes cornisas, torcimos levemente hacia la derecha, momento en que la pendiente alcanzo los 50°. Nuestro camino al cielo se mantuvo inalterable hasta unos 30 metros antes de la salida al filo, en ese lugar decidimos montar una reunión con estacas y asegurar los últimos metros debido a la exposición y la pendiente que llegaba a los 60°. Minutos más tarde, ambos nos parábamos sobre el enorme filo cumbrero a reorganizar el equipo e intentar recuperar el calor en nuestras manos. La victoria estaba cerca.   

A esas alturas, el paisaje se había desatado en toda su expresión. Ascendíamos sobre el filo en un día radiante, los Andes Patagónicos estaban ahí, luciendo su mejor tenida invernal, labrando aristas y modelando cumbres de cristal, un privilegio para aquellos que amamos la conquista de lo inútil, de lo aparentemente superfluo, pero que en algunos cobra y adquiere tanto sentido...el sentido de la vida.   

A las 10:30 am. nos dábamos el abrazo de cima. En lo personal, pisaba aquella cumbre por segunda vez y completaba mi cuarta ruta en el Cordón La Llave, por lo que me invadía la grata sensación de la tarea cumplida, del trabajo bien hecho. Llamamos a nuestros seres queridos, las fotos de rigor y nos fuimos para abajo, dejando tras nuestros pasos un exquisito día de montaña y - desde luego - nuevos proyectos en el horizonte. ¡Gracias totales!