miércoles, 9 de diciembre de 2009

Parte II – Cordillera Castillo: Punta El Olvido

Con el cerro La Montura en el bolsillo nos fuimos a dormir, agotados. No había pasado mucho tiempo desde que había conciliado el sueño y nuevamente suena el despertador, comenzaba un nuevo día a las 04:30 am. Movilizamos nuestras humanidades e iniciamos un nuevo ataque, progresando junto a un caudal que rompía con el silencio de aquella mañana.

El día anterior habíamos divisado un cerro que nos llamo la atención, no sabíamos nada de el, pero su arista este nos resulto tentadora. A poco andar lo divisamos, haya estaba, como una gran mano, erguida sobre un enorme filo que se transformaría en el primer objetivo a alcanzar.

Un maravilloso anfiteatro de agujas oscuras y amenazantes vigilaban nuestros pasos. Nos detuvimos por un momento en medio de aquel valle de nieves y rocas desafiantes. La energía del lugar era desbordarte, y la necesitaríamos para alcanzar el filo sobre pésima nieve come piernas.

Fue un largo trayecto hasta la base de nuestra montaña. Nieve blanda, avalanchas cayendo muy cerca de nosotros y un sol que comenzaba a calentar sin censura nos pusieron a prueba, pero no cedimos. La vista cada vez más sobrecogedora fue un aliciente para alcanzar la base de la enorme mole de roca que movilizaba nuestros sueños.

Nos equipamos y abordamos un estrecho canalón que nos dejo en las primeras ramplas de nieve. El terreno estaba pésimo, nieve “tipo azúcar” se abalanzaba pendiente abajo borrando cualquier indicio de nuestras huellas, la pendiente promediaba los 50° grados y todo se volvía inestable, había que luchar por el objetivo.

Luego de evaluar nuestras posibilidades, ¡¡sorpresa!! decidimos continuar, “veamos que pasa un poco mas arriba” propuse, dispuesto a dar la pelea. Ascendimos directo por una rampla angosta, arribando a unos roqueríos donde aseguramos el primer tramo de la ruta. Todo se volvió muy expuesto.

Ascendimos una rampla de nieve algo mas contundente y tuvimos por fin vista a lo que quedaba de la ruta, unos 130 metros de un aéreo filo acornizado, donde las inestables rocas se convirtieron en el único lugar seguro para progresar. Avanzamos asegurados, haciendo 2 largos de cuerda hasta la base del diminuto torreón final.

Trepamos los últimos metros con mucho cuidado y extendimos los brazos al cielo en señal de victoria, luego de 6 horas estábamos en la cima de la montaña que bautizamos como Punta “El Olvido”, no había rastro alguno de visitas anteriores. Disfrutamos del momento como tantos otros que nos regala la cordillera, un triunfo sobre nosotros mismos.


Luego de levantar una pirca y abandonar un cordín iniciamos el descenso. Bajamos desencordados hasta una terraza de rocas donde nos detuvimos a evaluar el resto del descenso. La mala calidad de la nieve y el rugido constante de las avalanchas eran nuestra principal preocupación.

Luego de hacer un primer rapel en la zona baja de la arista, decidimos realizar el segundo y ultimo de ellos bajando directo por los últimos metros de pared, lo que de paso no ahorraría las inestables ramplas de nieve con afloramientos rocosos que dan inicio a la ruta, descendimos.

Aliviados en la base continuó el descenso hasta el campamento, eternos pasos sobre nieve onda, caída de material, rodeo de lagunas de origen glacial, cruce de ríos y por fin en el campamento. Ese mismo día bajamos hasta Coyhaique, con la satisfacción de la tarea cumplida. La Punta El Olvido había salido del anonimato.

martes, 8 de diciembre de 2009

Parte I - Cordón Castillo: C° La Montura

La Cordillera del Castillo esconde un maravilloso circo de cumbres que no había tenido la oportunidad de conocer, un rincón excepcional del los andes patagónicos en el que cualquier montañista o escalador debiese indagar. Hacia haya fuimos.

Teníamos un objetivo claro y otro por resolver. Luego de 4 horas y media de caminata alcanzamos el mítico campamento neozelandés. Al día siguiente saldríamos con rumbo a La Montura, un cerro de unos 2.200 mts. que mi amigo Hernán Calvis - un incansable explorador de estas cumbres - me había sugerido facilitándonos información.

Salimos a eso de las 06:30 am. Muy poco frío y cielos azules. Enfilamos rumbo al portezuelo que acaba con el valle hacia el este, dejando a nuestro paso hermosas montañas de líneas muy estéticas y puntas afiladas. A nuestra derecha se mostraba la infranqueable pared norte del Cerro Castillo, una verdadera fortaleza.

Alcanzamos finalmente el portezuelo y se habría otro hermoso panorama de cumbres y glaciares que nos hablaban de un territorio hermoso pero hostil, de atención y cuidado. Nos detuvimos y evaluamos la ruta a seguir, ahí estaba la hermosa Montura – bautizada así por Calvis – invitándonos a remontar los últimos metros que llevan a su cima.

Iniciamos el ataque final mas preparados “que cabeza de chancho”, sin embargo, la presencia de nieve blanda y una pendiente que ofreció unos 55° en su salida no hizo necesario el uso de protecciones, solo algo de concentración.


Nos montamos sobre un bello filo de buena nieve y progresamos hacia el norte, en la búsqueda del punto más alto de la montaña, custodiados por una infinidad de cumbres que vigilaban nuestros pasos. Una brisa helada nos recordaba que estábamos sobre los 2 mil metros en Patagonia.

Poco a poco nos fuimos reuniendo en la cumbre, junto a una pequeña pirca que hablaba de otra visita, probablemente la de nuestro amigo Hernán y quien sabe si de alguien mas, difícil saberlo, pero me atrevo a aventurar de que se trata de una de las primeras absolutas al coloso. Despues de 4 horas y media de actividad, Cima!!

Descendimos con cautela, soportando el intenso calor que se apoderaba de valles y montañas. Las avalanchas se sucedían estampido tras estampido, pero nosotros no queríamos salir de ahí, nos sentíamos cómodos en la esencia salvaje de aquel inmaculado escenario de montaña.

De regreso en el portezuelo decidimos indagar en el filo este del Cerro Castillo para contemplar la limpia vista que ofrece hacia el sur y de paso pretender la escalada a una caprichosa aguja de unos 25 mts. Un intento de Armando lo dejo a pocos metros de la cumbre - muy cerca del vuelo de los cóndores - todo después de haber sorteado una escalada sobre pésima roca.


En la imagen la ruta seguida en el cerro "La Montura" por: Armando, Joos, Daniel y Alturasur. La invitación esta hecha…continuará.

martes, 24 de noviembre de 2009

Sueños de libertad en el cordón Divisadero

Luego de una pausa consecuencia del mal clima, una gripe y un esguince, por fin partimos al cerro, esta vez con destino el cercano cordón Divisadero, una suerte de sierra que se extiende de este a oeste y cuyas cumbres promedian los 1.500 mts. El sector no goza de gran popularidad entre los montañistas, pero nosotros sabíamos que las sorpresas había que buscarlas.

Accedimos hasta un campo, superamos un par de tranqueras y ya estábamos con la montaña a nuestra disposición, observando posibles rutas a través de las laderas recién nevadas. Con ojo de águila aventuramos una canaleta en el tramo superior de uno de los picachos de la sierra, para haya fuimos.

Uff!, aparte de progresar sobre nieve muy blanda remontamos unos 40 mts. de terreno muy inestable y vertical a través de lajas quebradizas y nieve polvo, una aventura que debería andar por el IV grado, pero por fin salimos arriba, a la seguridad de la nieve compacta que se comenzaba a lucir.

Finalmente llegamos al enorme cinturón de roca, nieve y hielo que se recorta contra el cielo. Nos internamos en un estético canalón que terminaba en V, una autentica boca de lobo de aliento fresco y frío, muy frío.

Avanzamos varios metros rumbo a un pequeño y resbaloso tapón, una mezcla de rocas rebeldes cubiertas de una fina capa de hielo y nieve a gusto. Sin mas tiempo que perder abordamos el paso concentrados y en pocos metros salimos al filo cumbrero.

No fuimos por el sector mas alto de la cota, ya que se trataba de una caminata que solo nos demandaría mas tiempo, y nuestra sed de aventura ya había divisado un nuevo canalón “justo al frente”. Hidratamos y proseguimos la marcha que consistía en una largo traverse.

Caminar, caminar, caminar, nieve blanda, polvo, viento, cielos grises y ya estábamos muy cerca del segundo objetivo. Poco antes de comenzar el ascenso de una nueva ladera decidimos realizar una nueva parada en una trinchera natural para tomar algo caliente y servirse alguna barrita. El clima nos quería amedrentar pero no le creímos.

Ascendimos directo hasta la boca del angosto canalón que pretendíamos doblegar, y si, era bastante angosto pero accesible. Nos persinamos y fuimos por el, avanzando penosamente por nieve a ratos muy blanda sobre una pendiente que promediaba los 45° grados con algunos pasos de 50°. Me acorde mucho de mi casco en la subida, sobre todo cuando me cayeron restos de nieve y hielo en la cabeza, pero en fin.

La salida tenía a lo mucho 2 metros de ancho, pero entraban perfectamente mis 80 kilos. Ahí terminaban unos 50 o 60 metros de canalón, el resto fue ascender directo por un hermoso filo de inigualable vista hacia el valle de Coyhaique, un par de minutos más y estuvimos en la cima de la cota, contentos.

Una parada breve y continuamos camino rumbo a “La Teta de la Monja”, una caprichosa cumbre, de las mas altas del cordón, que ofrece un hermoso torreón cimero, y con algo de suerte y buena vista, algún canaloncillo para acceder a su cumbre con algo de emoción.

¡Creo que se puede!, fue mi exclamación cuando me puse al pie de un canalón en la cara sur del cerro. Subimos por una angosta pendiente de buena nieve hasta un tapón de roca que obstruía el paso, pero que dejaba un pequeño orificio en su parte baja. Y si!, de guata nos arrastramos sobre hielo verglas y le dimos duro a un pequeño canalón que terminaba en unos 70° grados.

Por fin en el filo cumbrero, un par de pasos mas sobre una linda arista y estuvimos en la cima de la “teta”, con una excelente vista en todas direcciones, abrazando un lindo día de montaña, conectándonos con ese ser inquieto que por fin encontraba la tranquilidad que andaba buscando.

Bajar, descender, de cara a la protección del sucio y asqueroso valle que acá en Patagonia no me parece tan sucio. Entre cóndores y liebres nos despedimos, exhaustos pero en paz.

En la fotografía las tres humildes rutas donde jugamos a ser libres con mi amigo Cristian Urra el fin de semana, ya vendrán los nombres de cada una:

lunes, 2 de noviembre de 2009

Made in Patagonia: Cimas en P1428 y P1630

¡¡Lejos!! la mejor actividad que he realizado hasta el momento en la dulce y siniestra Patagonia, y no hablo de rutas complicadas, sino mas bien de objetivos poco usuales, bosques nevados come piernas, ventiscas a la orden del día, exigencia física, voluntad y perseverancia. Todo se inicio con una tranquila caminata de 2 horas hasta el final de un estropeado camino en desuso. Mas tarde levantaríamos nuestro CB.

Iniciamos la jornada de ataque pasado las 05 am. La idea era simple y clara, encomendarnos al “dios” del buen tiempo, movernos rápido y subir un par de cumbres que habíamos divisado en un anterior ascenso al cerro Panguilemu, sus nombres P1630 y P1428. En 1 hora y 45 minutos accedimos al enorme filo que nos separaba de los objetivos. La ventisca estaba desatada pero le teníamos fe a nuestra plagarías, avanzamos.

Durante la primera hora sobre el filo el avance fue penoso, sin embargo, las condiciones fueron mejorando lentamente, hasta permitirnos progresar más cómodos y tranquilos. Nuestras montañas se fueron mostrando lentamente, lo que era un buen augurio y un aliciente para nuestras voluntades.

En casi 4 horas de marcha a buen ritmo estuvimos en la base del primer objetivo, el P1428, coloso que decidimos abordar directo por su ladera oeste, ascendiendo a la derecha del gran torreón que corona su cumbre. El sol comenzaba a iluminar con fuerza en un día permanentemente amenazante.

En la base de la ladera nos equipamos para no encontrarnos con sorpresas e iniciamos la progresión. Para nuestro asombro el último tramo no nos ofreció mayores dificultades, rampas con nieve “digna” y algunos pasos sobre terreno mixto fácil nos tenían muy cerca de la cima.

Cuando el reloj marcaba las 5 horas de actividad pisamos lo más alto del anhelado objetivo, era nuestra merecida recompensa. Como pocas veces en una cumbre de estas características el viento no era un invitado, solo las nubes nos llamaban a no bajar la guardia. Una pequeña pirca nos daba indicios de visitas anteriores, ¿por quien y por donde?

Aprovechando las condiciones continuamos nuestro camino rápido, sin perder mucho tiempo. Descendimos e iniciamos la marcha a través de un portezuelo que comunicaba con la montaña vecina. A nuestras espaldas fue quedando al descubierto la cara nor-oeste de una hermosa montaña que ya nos había permitido indagar en los secretos de su cumbre.

No pasó mucho tiempo y ya estábamos ascendiendo el tramo final del P1630. Progresamos en medio de hermosos torreones que ofrecían atractivas y delicadas líneas de terreno mixto, un bello escenario. Luego de un par de minutos estábamos en la base del torreón que coronaba la cima.

Me abalance sobre unos 4 metros de mixto intentando acceder a una pequeñísima montura que conectaba con el aéreo filo cumbrero, sin embargo un pequeño y expuesto tramo de hielo verglas le ponía fin a mis pretensiones. Buscamos una alternativa rodeando un pequeño torreón.

Nos pasamos de la cara sur a la oeste en un par de metros de recorrido. Trepamos un par de secciones cortas de roca “helada” y nos fuimos en demanda del ultimo y expuesto paso que comunicaba con la cumbre. El cielo comenzaba a cerrarse nuevamente y el ascenso adquiría mucho ambiente.

Poco antes del medio día “izábamos” nuestras humanidades en la cima del P1630, la segunda cumbre de nuestro periplo. Descansamos y nos deleitamos con el inigualable panorama que se abría ante nuestros ojos, la montaña patagónica nos había permitido ir un poco mas haya, hasta las fauces de su reino. Abrazos, comida, agua, fotos y a descender, no sin antes desplegarme una cinematográfica caída que gracias a dios no pasó a mayores y que de seguro será parte de otra historia.


Descendimos rápido y directo, el clima se ponía cada vez más irregular y había que salir de allí. Paso tras paso nos fuimos alejando del distante circo de cumbres, prometiendo algún día volver por más de sus secretos. Aquel día regresamos a Coyhaique con más de 11 horas de actividad non-stop en el cuerpo, y paradójicamente, con más objetivos.

PD: Quiero agradecer la participación de mi cordada patagonica en esta salida, Daniel Zapata (autor de algunas de estas fotografias), y al mismo tiempo el importante apoyo animico y logistico de Cristian Urra, gran amigo y montañero de estas tierras.