viernes, 18 de agosto de 2017

El Chocolate por ruta "La Invernada": Primera repetición

Luego de una buena temporada de escalada en hielo había llegado la hora de probar suerte en la montaña. Documentales, revistas, diaporamas y conversaciones ya no eran suficientes para calmar las ganas de luchar por una cumbre, deleitarse con una ruta o simplemente, vivir la intensa experiencia de enfrentarse a los elementos que ofrece el apogeo del invierno patagónico.


Los reportes hablaban de nieve decente, un dato justo y necesario para encarar el primer desafío de la temporada. ¿El objetivo? El cerro Chocolate o Sahne Nuss, una montaña conocida para mí, la cual ascendí por la ruta "Directa Este" en septiembre del 2015 (ver relato aquí). Esta vez probaríamos suerte en su cara sur, ascendiendo a través de la ruta denominada “La Invernada”, la cual aún no contaba con repeticiones.


Luego de pasar la noche en el campamento Neozelandés iniciamos la marcha a las 06:30, la cordada estaba compuesta por el Seba “loco” Jans, Tobías “moreno” Hellwig y yo.  El viento que había soplado fuerte durante la noche comenzaba a amainar, dándonos posibilidades. Nos internamos en el pequeño valle de altura custodiado por los cerros Palo y Chocolate soportando un intenso frío, pero sin grandes inconvenientes.   


En tres horas estuvimos a pie de ruta, donde nos equipamos y fuimos por los primeros 50 metros desencordados. La primera reunión la armamos sobre roca y quedo bomba, en palabras del Seba “fácil aguanta dos Fiat 600”, ¡cuanta confianza!. La nieve estaba cómoda para progresar, el día prometía y lo estábamos pasando increíble. "Más importante que la cima es el camino, y más importante que el camino son los principios que mueven tus pies" (Mariano Galván).


Luego de encabezar el primer largo vino el segundo donde estaba el crux, un tapón de roca y hielo de mala calidad.  Seba lo encaró con delicadeza - y a pesar de lo frágil de los seguros - paso con “camión y carro” para arriba. Reunidos todos fui por el tercer largo que no tuvo mayores complicaciones, protegiendo con seguros de roca en las bandas laterales donde se pillaban buenas fisuras.


El cuarto largo nos dejó en la arista. Por fin algo de sol para entibiar nuestras humanidades. Arriba, el viento soplaba con bastante fuerza y las nubes daban espectáculo. Las montañas circundantes lucían increíbles, emanando una mezcla de hostilidad y belleza revitalizante. Superamos un par de metros expuestos y dejamos las dificultades atrás, mientras nos dábamos un respiro.
      

A las 14.00 hrs. estuvimos los tres en la cumbre, felices. Los cerros Castillo, Palo, La Vieja, El Viejo, Peñón, todos estaban ahí, luciendo su faceta más invernal. Nos sentimos afortunados y agradecidos, porque la comunión con las montañas es un privilegio. "Este es el templo verdadero, de la religión más sublime" (Max Junge). Abrazos, fotos y a pensar en el descenso por la expuesta ruta normal.


De la profunda paz y tranquilidad que entregan las cumbres, pasamos a la realidad de manera abrupta. El viento parecía incrementarse poco a poco, y el descenso por la arista era delicado. Superamos algunos pasos de travesía expuesta, dos rapeles cortos y finalmente las empinadas ramplas de nieve que nos condujeron hasta el glaciar. La montaña comenzaba a quedar libre de intrusos, despidiéndonos entre ráfagas de viento y nieve “soplada”. Había llegado la hora de volver a casa.