martes, 21 de junio de 2011

Parte III: De Patagonia a los Andes Peruanos

Después del Vallunaraju y Yanapaccha había llegado la hora de un plato fuerte, uno de aquellos donde la voluntad y el ímpetu se deben aliar sin excusas para llegar a buen puerto. Altura, frio, grietas, avalanchas, escalada, nuestro destino poco a poco se fue dilucidando, el “nevado que atrapa” comenzaba a quitarnos el sueño, y como no, si el gran Tocllaraju 6.034 mts. es capaz de enloquecer a cualquiera.

Un taxi nos trasladó hasta el sector de Pashpa, donde nos esperaba nuestro arriero con 2 burros que nos facilitarían el traslado de nuestra carga al campamento base de la montaña. Con todo listo y dispuesto iniciamos la marcha a través de un sendero que se internó poco a poco en el corazón de las montañas, un trayecto donde el aire enrarecido convive diariamente con la simpleza y la austeridad de quienes han decidido levantar aquí sus vidas.

En poco más de 3 horas accedimos al campamento, una “ciudadela multicolor” donde montañistas venidos de diversas partes del mundo confluyen con un sueño en común, alcanzar las cumbres de estas celestiales montañas. A 4.400 mts. pasamos la primera noche, disfrutando del cómodo lugar que es custodiado por las siluetas inconfundibles del Tocllaraju y Palcaraju.

Después de un madrugador desayuno a base de té, milo y pan con queso, iniciamos el trayecto hacia el campo alto. El día no prometía mucho, pero de igual forma ascendímos animados, soportando el inusual peso de nuestras mochilas, los estragos de la altura y algunas nevadas intermitentes que se preocuparon de mantenernos “frescos”. El Ranrapalca y Oschapalca vigilaron cada uno de nuestros pasos.

Cerca de 4 horas nos dejaron finalmente en el campo alto, un lugar de singular belleza emplazado en un sector rocoso a poco más de 5.000 mts. de altura. Aquí levantamos nuestro campamento rápidamente para cobijarnos del frio y el viento reinante, ya que la meteorología estaba jugando en nuestra contra (la foto es referencial y corresponde al día de bajada). Hidratamos, comimos, preparamos el equipo y nos dispusimos a esperar la madrugada, anhelando por cierto, alguna mejora del tiempo.

A las 02 am. iniciamos la marcha en medio de la noche. Estaba despejado y frio, el glaciar se veía en buenas condiciones y progresamos rápido, todo hasta detenernos en la primera zona de escalada, donde la desaparición de un puente de nieve nos obligó a realizar una expuesta y desgastante travesía hacia la derecha para superar una rebelde rimaya. Las primeras luces del día nos envolvieron en la sección media de la montaña, inyectando algo de calor a nuestras agotadas y frías humanidades.

Nuestro progreso era lento y la visibilidad a ratos muy precaria, pero teníamos fe en que valgo bueno podría pasar haya arriba. Encordados fuimos superando algunas ramplas, grietas e infartantes puentes de nieve que en un par de horas nos dejaron en la última sección del macizo. Acá preparamos unos largos de cuerda que en cosa de minutos nos tuvieron escalando con rumbo al cielo, movilizándonos a través de un paisaje vertiginoso y hostil.

La escalada sobre los 6000 mts. nos estaba exprimiendo todas nuestras fuerzas, pero el objetivo estaba demasiado cerca para dar vuelta atrás. Con el filo cumbrero muy cerca sobre nosotros, mantuvimos el lento pero constante ritmo hacia lo más alto de la escultural pirámide de nieve y hielo. A esas alturas la cima constituía un sueño que ya podíamos acariciar con la mano.

Una vez sobre el aéreo filo cumbrero caminamos un par de minutos hasta alcanzar el punto más alto de la montaña, un altar precario y diminuto que recibía la visita de estos particulares fieles. Con la cumbre bajo nuestros pies nos abrazamos en medio de la bruma, tratando de sostener nuestros cuerpos y nuestras emociones, ¡lo habíamos logrado! estábamos a 6.034 mts. en la cumbre del Tocllaraju.

Luego de los rigores de cumbre emprendimos la retirada raudos, la hora avanzaba rápido y no era un buen negocio que nos pillara la noche. Entre rapeles y desescaladas fuimos perdiendo altura, todo para llegar a las carpas recién a eso de las 18:00 hrs. 16 horas después de haber iniciado el ataque cumbrero.

Con la satisfacción propia de lo vivido y el recuerdo fresco de estos intensos días en la Cordillera Blanca de Perú, hoy iniciamos el largo camino de regreso, agradeciendo a todos los que de una u otra forma nos han permitido abalanzarnos testarudamente sobre nuestros sueños, caprichos de aventurero que - no me cabe duda alguna – continuaran al servicio de estas apasionadas almas.

martes, 14 de junio de 2011

Parte II: De Patagonia a los Andes Peruanos

Después del Vallunaraju nos permitimos un breve tiempo de recuperación y armamos las mochilas nuevamente. Nos dirigimos al nevado Yanapaccha 5.460 mts., ligeramente más bajo, pero técnicamente más complejo, puesto que ofrece un glaciar muy agrietado y algunas ramplas de nieve/hielo que alcanzan los 60 grados de inclinación. Fueron 3 horas de viaje hasta el inicio de la caminata.

En poco más de 2 horas accedimos al bello campo base del nevado. Ubicado junto a una misteriosa laguna, este lugar posee una vista fantástica de clásicas y complejas montañas peruanas, como son el Chacraraju y los Huandoy. El clima no prometía mucho, pero el ánimo no decaía, por lo que nos fuimos a acostar con la esperanza de acometer el ataque de cumbre al día siguiente. Como dijo un amigo por ahí: “La montaña en si no parecía imposible, el desafío era ir, luchar y dejarlo todo sin pedir nada a cambio”.

Salimos alrededor de las 04 am. El clima estaba amenazante, pero no constituía una escusa para renunciar. Salimos de la morrena y nos montamos al glaciar. Con pasos algo expuestos entre las grietas comenzamos a ganar altura poco a poco, mientras las nubes iban y venían a nuestro alrededor, como recordándonos que no estábamos solos, por lo que teníamos que movernos con prudencia.

En medio de la vía, justo donde la ruta aumenta de pendiente, nos sorprendió una pequeña nevada, pero algo nos decía que sí era posible continuar. Con condiciones que me recordaron mucho a mi querida Patagonia, ascendimos hasta una gran rimaya transversal donde sería necesario pasar de la técnica de progresión en glaciar a la de escalada en nieve/hielo.

Con todo listo y dispuesto iniciamos la escalada de la rampla que promediaba los 60 grados de pendiente. La estacas funcionaban bien y la confianza estaba al nivel de las circunstancias, sin embargo, la altura también hacia de las suyas, mermando un poco nuestra capacidad física y la resistencia de nuestros músculos. En esos momentos se me venía a la cabeza aquellos días de entrenamiento y gimnasio, cuando su importancia parecía prescindible.


Superada la rampla alcanzamos el filo norte de la montaña, todo mientras el clima exhibía un bello espectáculo de sombras, luces y colores que serpenteaban por las caprichosas formas heladas de la montaña, un escenario digno de aquellos que con una cuota de más o menos locura, se han decidió a romper con la inercia para ver qué es lo que habita en los cielos y las cumbres.

¡Se me olvidaba!, compartimos el ascenso – juntos pero no revueltos – con otra cordada, ella era chilena y él canadiense. Si bien venían un poco más atrás, los esperamos para abordar el último tramo que consistía en un expuesto pero inolvidable filo salpicado de aristas, abismos, grietas y uno que otro paso de escalada. A esas alturas ya promediábamos las 6 horas de actividad, pero la meta estaba cerca.

A escasos 20 metros de la cima decidimos montar una cuerda fija por la fuerte pendiente y algunas grietas “ocultas” que se presentaban algo endebles y amenazantes. Fuí de primero y progrese lentamente sobre los últimos metros de la montaña hasta detenerme en su diminuta cumbre exhausto pero infinitamente felíz. Lo mismo hicieron mis amigos minutos después, satisfechos y emocionados de la labor realizada hasta ese inolvidable momento.


Abrazos, fotos, reflexiones y había llegado la hora de descender. Entre claros de cielo azul y las “benditas” nubes comenzamos a bajar, primero fue el filo y más tarde la inclinada rampla donde montamos 2 rapeles de 60 mts. cada uno. La cumbre del hermoso Yanapaccha (“catarata en cerro negro”) comenzaba a quedar atrás, lejos, arriba, dominando el horizonte, actuando como un testigo mudo de nuestros más íntimos anhelos y sueños consumados. Continuará…


viernes, 10 de junio de 2011

Parte I: De Patagonia a los Andes Peruanos

No es mentira, Cordillera Blanca es tal y como me lo habían contado, enorme, bella, de forma y tamaño descomunal, un paraíso de altares blancos y afilados. Pero eso no es todo, se emplaza en un país muy particular. Perú nos ha dado una linda bienvenida, gente agradable, buenos precios, exquisita gastronomía y una cultura muy autèntica y genuina. Pero ojo, ¡siempre hay que negociar!

Luego de pasar por Lima nos trasladamos a Huaraz, un bello centro urbano lleno de vida y encantos, y claro, de comida también. Entre pachamanca, cuy, arroz chifa, chicharrones y vitamínicos fuimos pasando los primeros días que trascurrieron a 3100 mts, la altura de este mítico poblado. Cervezas artesanales locales y algún sour de coca ayudaron a la hidratación.


Nuestra primera actividad de aclimatación consistió en visitar la laguna Churup (4.450 mts.) Con una tonalidad muy particular, Churup es custodiada por el nevado del mismo nombre, creando un escenario armonioso y “elegante”. Fueron 3 horas de trekking hasta el lugar, serpenteando por un sendero que gana altura paulatinamente a través de un encajonado valle. Anduvimos bien.

Entre actividades “citadinas” y trekking de altura, había llegado la hora de partir a la montaña, y el Nevado Vallunaraju era el objetivo. Con sus 5.686 mts. esta bella mole seria perfecta para probar la altura en serio, por lo que mas temprano que tarde levantamos nuestro campamento en lo que denominamos el base, a 4.300 mts. lugar con una vista soberbia a los descomunales Oschapalca y Ranrapalca.


El día siguiente alcanzamos el campamento morrena en 3 horas. Con una altura cercana a los 4.900 mts, el cuerpo y la cabeza comenzaron a mafiestarse, el "soroche" como le llaman al mal de altura en estas latitudes entraba en escena. Hidratamos, comimos y descansamos, esperando lo que seria nuestro primer ataque de cumbre. Al finalizar la tarde la cordada estuvo bastante repuesta de la puna.

Iniciamos la marcha a las 03 am. Superamos unas bandas de roca y nos equipamos previo a entrar al glaciar. La nieve estaba en muy buenas condiciones y la ruta muy obvia gracias a huellas anteriores. Con frìo aceptable y prácticamente nada de viento fuimos ganando altura hasta alcanzar la base de las pirámides cumbreras. A esa hora yo era el mas afectado por el mal de altura (para variar), pero en mi foro interno sabia que seria capàz de lograrlo.


Nos cruzamos con algunos turistas y sus guías, con quienes mantuvimos un dialogo cordial. Ya cerca de las 08 am. alcanzamos el collado que separa las cumbres norte y sur, acá recibimos las caricias del sol por primera vez, y pudimos visualizar el último tramo hacia la cumbre. Una bella arista de pendiente moderada y algo aérea custodiaba lo más alto de nuestro primer objetivo.


Luego de 6 horas de arduo esfuerzo lo habìamos logrado, la cordada conformada por Cesar Ibáñez, Camilo Hornahuer y Alturasur disfrutaban de su primer abrazo cumbrero en los andes peruanos, una experiencia intensa y emotiva donde la relación hombre y montaña alcanza su máxima expresión. Continuarà…