martes, 12 de octubre de 2010

C° Castillo: Relato de un sueño consumado

Definitivamente para un montañista vivir en la región de Aysén sin haber subido o al menos intentado el Cerro Castillo 2.675 mts., es como vivir en Santiago sin haber hecho el Plomo o en la Araucanía sin haber soñado con las alturas del Villarrica o el Llaima. Pues bien, esta es la historia de tres mosqueteros que no soportaron más vivir a la sombra del Castillo sin conocer aun los secretos que guardaba su celosa cumbre.

Fin de semana largo de octubre y partimos KZ, Sr. Medina y quien escribe rumbo a una de las fortalezas mas fotografiadas de la región. Ahí estaba, mas desafiante que nunca, atractivo, imposible para quienes no se atreven a soñar. Caminamos por mas de cuatro horas rumbo al campamento, desplazándonos a través de un bello bosque que mas temprano que tarde se cubrió de blanco. Utilizamos raquetas para optimizar el avance.

Aleluya! Estábamos en el campamento Neozelandés. Instalar la carpa, cocinar, ordenar, preparar el equipo y todo listo para dormir. Saldríamos a las 04:00 am. con rumbo al canalón noroeste, la vía mas clásica para subir el Cerro Castillo. Noche parcial y frío moderado, nada mal para dormir, muy malo para caminar. A las 02:30 sonaría la alarma.

Nos internamos en silencio sobre la noche oscura, dosificando la energía en cada paso, pues sabíamos que la jornada seria larga y extenuante, un reto serio para el cuerpo y la mente. Utilizamos raquetas hasta la entrada del canalón, luego calzamos los crampones y ascendimos rumbo al collao, todo mientras el amanecer comenzaba a iluminar un escenario notable, donde las montañas juegan de local y nosotros nos convertimos en simples visitantes.

A las 09:00 hrs. arribamos al collao que comunica con la cara sur. Acá el viento no daba tregua y amenazaba con desplazar nuestras humanidades al vacío, la montaña se había enterado de nuestra presencia. Nos refugiamos tras unas rocas en un espacio breve y comenzamos a preparar el expuesto traverse. En los tres se refugiaba la ilusión de que el viento amainaría apenas nos desplazáramos por el flanco sur, una “estupida idea” que tuvo mucho de cierto.


Atendiendo al “protocolo de acuerdo” pactado con anterioridad, mi misión seria liderar los largos del traverse, algo que hice gustoso, consecuencia de la extraña motivación que ejerce sobre mi la montaña, aquella pasión incomprendida. Avance como un niño con juguete nuevo por la cara sur, deleitándome con el abismo embriagador, con la sensación de tener todo y nada bajo control.

Serian tres largos infinitamente expuestos, pendiente moderada y un ambiente alpino notable. Definitivamente el tramo mas bello de la escalada, un lugar mágico donde se palpa la intimidad de la montaña. Poco a poco fuimos progresando, movilizándonos a través de un ambiente nuboso y frío, donde el viento escribe con cristales de hielo y una pésima caligrafía.

Sobre nuestras cabezas el sol espera para darnos una tibia bienvenida. Ascendemos en diagonal hacia el plateau superior donde convergen la ruta Neozelandesa con el corredor Este y la variante Oeste. El paisaje es conmovedor, la montaña pareciese querer darnos una oportunidad, pero en estas latitudes todo es frágil e incierto. Maestri tenia razón, “la esperanza es una palabra vaga en las montañas”.

Nos desencordamos y continuamos la marcha rumbo a los torreones que coronan el punto más alto de la montaña. Remontamos un angosto canalón y traveseamos hacia el oeste para encontrarnos de frente con la verdadera cumbre. El viento continúa sacudiéndonos y la sensación térmica es muy baja, pero las cartas están echadas y no hay vuelta atrás. Nos preparamos para los últimos metros, una pared de roca muy sellada y resbalosa de unos 12 mts., pocas posibilidades de protección y un abismo insondable alrededor.

KZ se juega la vida en una escalada que siempre soñó, superando la pared a la perfección. La historia de la montaña comenzaba a agregar una nueva página en su celosa bitácora, los tres, aunque sin poder juntarnos todos en la cumbre, pisábamos lo mas alto de Cerro Castillo, estábamos en la cúspide de una escultura gótica que en innumerables ocasiones domino nuestro horizonte, lo habíamos logrado.

El descenso se inicio como una suerte de carrera contra el tiempo para bajar el tramo más delicado con luz y no vernos expuestos a un supuesto frente de mal tiempo que nunca llego. Pasadas las 16:00 hrs. hicimos el primer rapel, para llegar a la carpa a eso de las 20:00 hrs., 16 horas después de haber iniciado el ataque a una montaña que en condiciones invernales nos obligo a entregarlo todo a cambio de un sueño compartido.