martes, 8 de abril de 2008

Antuco Invernal: El Rigor de una Génesis

Corría el año 2003 y llevaba un par de meses haciendo montaña. Tenía a mi haber algunos volcanes de La Araucanía en otoño, rutas con harto acarreo, un par de pasadas en nieve dura, y toda la emoción y la adrenalina propia de haber logrado mis primeros cerros, una adrenalina que por lo demás, nunca se pierde.

¿Qué venia ahora? En julio partimos un grupo numeroso, proveniente de una rama de montaña que construimos en aquel tiempo en la universidad, rumbo a la montaña.
Comandados por Aníbal - un estudiante con cursos de instructor – nos dirigimos al volcán Antuco, era una plaza perfecta y con buen acceso, donde podríamos desarrollar las instrucciones de un curso básico, además intentar nuestra primera cumbre invernal.


Yo era de los mas “pitucos”, tenia zapatos plásticos con suela de colegio y sin pestañas, ademas crampones recién pintados para cubrir el oxido, ¿que mas podría pedir?. Mi ropa era la típica, una mezcla entre Columbia y Americana, pero la guinda de la torta la puso mi tienda, una milenaria carpa canadiense que le otorgaba un estilo absolutamente setentero a esta “expedición invernal”.



Luego de ver técnicas de marcha, autodetencion, orientación, equipamiento y otras necesidades básicas, partimos rumbo a nuestro campamento alto en el volcán Antuco. Alrededor de los 2000 mts. montamos las “sofisticadas” tiendas, dispuestos a pasar una dura noche y comenzar el ataque de la cima al amanecer. El panorama desde ahí era increíble en todas direcciones, resaltando hacia el oeste la Sierra Velluda, una mole que con el paso de los años me atrevería a desafiar.


Gracias a un clima bastante benevolente pasamos una noche digna y despertamos bien repuestos. Iniciamos la marcha haciendo una huella común y comenzamos a ascender, habían algunos con piolet y muy pocos con crampones, situación que al cabo de unas horas impidió el avance de todos.



Nos juntamos en un islote de roca y decidimos quien se encontraba equipado y preparado para subir. El ascenso continuo con 5 personas, de los cuales yo era el más inexperto pero no menos motivado. Hielo duro y mis primeros cramponajes de verdad, nada de piolet, solo bastones, además de un frió y viento que calaba los huesos pero que le daba a esta aventura aires de realismo.


Finalmente accedimos a la cima del volcán que se presentaba ventoso y helado, digno de un ascenso invernal, nada mas emocionante, nada mas “extremo” para una primera experiencia invernal, era la bienvenida a los andes hostiles, la bienvenida a un reino al cual le prometí que volvería.

PD: Las imágenes publicadas aquí pertenecen al archivo de todos aquellos que tomaron fotografías en esta salida, mencion especial para Rodrigo Valenzuela y Rodrigo Montecinos. Las fotos de cumbre solo existen en diapositivas.