lunes, 5 de septiembre de 2016

C° Redondo y una nueva ruta desde el Bosque Encantado

¿Se acuerdan de este tema? Portezuelo Queulat ¡14 horas non-stop! Pues bien, no hay primera sin segunda. El clima pintaba increíble, yo tenía ganas y proyectos muchos, pero había que elegir. Hace tiempo venía con la idea de inventar una ruta que partiera en la laguna del Bosque Encantado y terminara en la cumbre del Cerro Redondo, algo que finalmente se concretó.


Mismo cerro, misma cordada. Con Eduardo “viejo gruñón” Jara alcanzamos la laguna en tan solo una hora de marcha. Arribamos temprano con la idea de visualizar un canalón que nos permitiese alcanzar el plateau superior y así lo hicimos. Una línea bien compacta de orientación sur seria nuestro pasaporte.


Eran las 05.30 cuando dejamos el vivac (luego de pasar una pésima noche sobre los renovales). La nieve estaba "malita", pero nada grave. Ascendimos sin prisa pero sin pausa, ganando metros valiosos, mientras la laguna y el hielo que la cubría comenzaba a quedar lejos, abajo. El paso de las horas trajo algo de luz, y el panorama invernal de la vía nos recompensaba.


Cuando promediábamos 4 horas de actividad alcanzamos la salida, lugar donde aseguramos el único largo, principalmente por lo duro de la nieve. Atrás quedaban 650 mts. de canalón y una pendiente máxima de 45° grados. Arriba, nos esperaba el sol y el hipnotizante panorama glaciar que esconde este privilegiado sector.       


Por fin el cerro Redondo estaba a la vista. Nuestra conocida mole de hielo permanecía intacta hacia el oeste, fuimos por él. Realizamos una larga travesía que nos demandó un desgaste físico importante, pero no cedimos. Aprovechamos de admirar y aventurar nuevos desafíos en algunas de las maravillosas montañas que se dejaron ver a plenitud.


A las 13.30, luego de 8 horas de arduo trabajo físico, levantamos los brazos por 2da vez en la cumbre del Redondo, esta vez en invierno y por una nueva ruta. La visibilidad absoluta que presentaba el día nos permitió admirar con holgura las grandes moles andinas que dan prestigio a este paisaje, un lujo.


Habíamos planificado el descenso por otra ruta y así lo hicimos, una suerte de travesía que nos exprimió al máximo. Descendimos por un filo, hicimos un traverse, descendimos por una ladera de fuerte pendiente y alcanzamos la sección superior del canalón que nos llevaría a la laguna. Acá montamos el primero de 3 rapeles que nos vimos obligados a realizar.


Alcanzamos la seguridad del vehículo a las 20.30, 15 horas después de haber dejado nuestro vivac, destrozados. Atrás quedaba un potente día de montaña, una cumbre invernal y una nueva ruta. Una jornada llena de anécdotas (incluido un inesperado baño en la laguna) y sufrimiento del bueno.   
  

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