martes, 6 de noviembre de 2012

Glaciar Leones: Hielo, lluvia y camaradería

13 años habían pasado desde que visite por primera y última vez el paradisiaco lago Leones, hasta que nuevamente me detuve frente a él sosteniendo el clásico dejo de melancolía que arrastran los años. Esta vez se trataba de un grupo numeroso que tenía un objetivo claro, realizar la 1ra competencia de escalada en hielo de glaciar en las inmaculadas entrañas heladas del “León”. 


Haciendo cordada con mi pareja, acampamos la primera noche a orillas del lago, después de haber caminado casi 3 horas de un hermoso trayecto que comenzó en una  explanada donde dejamos los vehículos. Con una leve llovizna nos fuimos al sobre esperando tener un sueño reparador para enfrentar el día siguiente.


Por la mañana del segundo día la lluvia ya se había declarado por completo, sin embargo, el ánimo estaba intacto. Nos dividimos en dos grupos y comenzamos a surcar las frías aguas del lago en la búsqueda de lo que sería nuestro próximo campamento cerca del hielo. Pasado el medio día desembarcamos – empapados - en nuestro centro de operaciones, lugar típicamente usado para acceder a CHN.     


Aprovechando que la lluvia nos daba una pequeña tregua, armamos nuestro campamento en una pequeña terraza con vista al glaciar. Aquella tarde planificamos la escalada del día siguiente, descansamos, disfrutamos del entorno y de la grata camaradería que se gestaba junto a una pequeña fogata donde reinaba la carne, los mates y, desde luego, muchas sonrisas.


Con una lluvia débil nos dirigimos el tercer día hasta el glaciar. Bien equipados remontamos los primeros “escombros” de hielo hasta alcanzar una pequeña plataforma donde se realizo la competencia piloto de “travesía entre seracs”, una suerte de ovalo salpicado de hielos erráticos, grietas y ramplas inestables que daban paso a la meta. La actividad resulto ser muy entretenida, demandando de 3 a 6 minutos por competidor aproximadamente.


Aunque el día no estaba de lo mejor y la lluvia era una constante, de igual forma me las ingenie para escalar una “agradable” ruta de hielo que coronaba lo más alto de un sercac, a unos 15 mts. de su base. Monte un “top” y nos dimos el gusto de escalar un rato antes del retorno que se inicio más temprano que tarde, consecuencia de la inestabilidad climática. Con un buen whisky nos despedimos del hielo multicolor que corona el León. 


El cuarto día dejamos nuestra estación base para retornar a nuestros hogares. Primero vino el cruce del lago y más tarde el trekking de 3 horas que nos dejaba en la seguridad de los vehículos. Bajo una lluvia persistente fuimos abandonando el celoso valle Leones, un lugar que en su grandiosa soledad alberga numerosas anécdotas, aventuras y anhelos.


Aprovecho de agradecer en estas líneas la iniciativa del Club Andino Patagónico y a todas las personas que formaron parte de esta actividad. Sin lugar a dudas, en cada uno de ellos habita un gran espíritu aventurero.   

jueves, 25 de octubre de 2012

Retumbadero Alto: "Canalón de los Españoles"

Aprovechando un viaje programado a Santiago por asuntos laborales, me coordine con unos amigos y me fui al “norte” esperando tener la posibilidad de reencontrarme con los andes centrales, y así fue. Hacia algunos años que había visto el Retumbadero Alto (4.000 mts.) con ojos de enamorado y esta era mi oportunidad. La Ruta, el Canalón de los Españoles, una línea con cierto compromiso que resulto ser muy entretenida.


El clima del fin de semana no auguraba mucho, sin embargo, eso no derrumbaba nuestras ilusiones, había que ir e intentarlo.  A las 11 am. comenzábamos a remontar las primeras pendientes que nos daban acceso al Cajón de lo Valdés, trayecto tranquilo que en 4 horas nos dejo en el pequeño refugio ubicado a los pies del cerro Vega. Nuestras intenciones de vivaquear se quedaban en la planificación. 


A las 04 am. las linternas frontales iniciaban su ardua labor iluminando con esfuerzo el oscuro cajón. Caminamos a buen ritmo sobre la nieve dura en silencio, cada uno conectado con lo mas intimo de sí mismo - pensando quizá - en lo que nos depararía aquella anhelada jornada de montaña.


Con las primeras luces del alba iniciamos el ascenso del canalón. La esbelta y sostenida línea de nieve dura nos obligaba a concéntranos al máximo, todo mientras la pendiente se tornaba más pronunciada, alcanzando los 50° grados de inclinación. Un cielo grisáceo nos vigilaba desde lo alto, amenazando con derrumbarse sobre nosotros en cualquier momento. 


A las 08 am. estábamos en el último tramo de la canaleta, una sección de nieve blanda pero de mayor pendiente (hasta 60°), en cuyo extremo superior reina una cornisa grosera que no te quita la mirada en ningún momento. Sin aflojar, y luego de un breve descanso, comenzó la lucha por ganar esos últimos metros. Siempre desencordados, alcanzamos el muro de roca que nos sacaría del canalón.


Hasta este punto nos acompañaría uno de los 3 miembros de la cordada (Cesar), quien víctima del agotamiento estimo que no estaba en condiciones para abordar la última parte. A esas alturas el clima ya hacía de las suyas, dejando caer sobre nosotros una suave nevada que en vez de complicar las cosas, contribuía a realzar aun mas aquél escenario maravilloso, digno de nuestros más avezados sueños de montañistas.    


Respire profundo y me abalancé sobre la pared de roca descompuesta que si bien, no presenta grandes dificultades, es altamente expuesta y se desmorona con solo tocarla, transformando los seguros en algo mas decorativo que utilitario. Con más de algún susto salí al filo cumbrero, desde donde asegure al “negro”. Eran poco mas de las 09 am. y la “maldad” iba ganando protagonismo con rapidez.


Entre rachas de viento y nevadas comenzaba la escalada del último picacho, un 5.7 con roca algo más digna que la del paredón anterior. Escale con zapatos de montaña y las manos descubiertas, sintiendo literalmente en carne y hueso, el rigor de estas latitudes. A las 10 am. nos dábamos el abrazo cumbrero en lo más alto de Retumbadero, palpando en su máxima expresión el pulso de la montaña. Gracias a dios, gracias a la vida por esto. 



El descenso llego más temprano que tarde. Rapelamos los sectores de roca y desescalamos el canalón en su totalidad. A eso de las 13 pm. alcanzamos el refugio, donde luego de disfrutar de un merecido chocolate caliente, continuamos rumbo a Baños Morales.


"El montañismo ha rescatado mi vida de las garras de una existencia burguesa, mediocre o insignificante, o todo ello a la vez. Aunque haya quién piense que sólo somos niños malcriados de una sociedad decadente, yo no lo creo así, y sólo espero el momento de subir bien alto para mirar una vez más con infinita libertad dentro de mí, y para robarles energía a estas montañas sin par que me alimentan y enriquecen cada vez más. Esta vida, que yo mismo he elegido, me llena profundamente" (Iñaki Ochoa).               

jueves, 27 de septiembre de 2012

Retratos: Caprichos de la naturaleza patagónica

Con 9 días de vacaciones dieciocheras por delante iniciamos nuestro viaje con rumbo sur. Habíamos planificado un viaje principalmente por el sur de Argentina, visitando localidades que tanto para mí como para mi pareja (Marcela) eran desconocidas, lugares donde la inmensidad de la pampa se funde en un eterno abrazo con el estilizado perfil del granito patagónico. En nuestro segundo día de viaje ya estábamos en El Chaltén. 


Finalmente estaban frente a nuestros ojos algunas de las montañas más respetadas y asediadas de Patagonia. El Fitz Roy y el cerro Torre lucían su imponente fisonomía elevándose con delicadeza sobre las demás agujas del cordón, todo un espectáculo que se mezcla con el silencio y la tranquilidad que solo pueden ofrecer estas latitudes.  


A pesar de nuestro poco tiempo decidimos realizar el trekking a la laguna Torre, sendero de unas tres horas de duración, capaz de movilizar hasta el más sedentario. A poco andar el cerro Solo ya comenzaba a aventurarnos parte de lo que estábamos por ver, coqueteando con la particular belleza de sus laderas, un tanto opacada por el protagonismo de sus vecinos.


Finalmente el bosque quedaba atrás dando paso a la morrena del mítico cerro Torre, una aguja de dimensiones notables, en cuyas paredes se han tejido míticas historias y aventuras. Con sus poco mas de 3 mil metros, el Torre quita el aliento, y nos llama a comprender la obsesión que han tenido algunos de los más grandes montañistas de la historia. Un placer estar ahí.    
  

Aquel día estuvo radiante, perfecto, sin nubes en el horizonte. Un aire fresco nos invadió, permitiéndonos palpar cada molécula contenida en el ambiente y recoger las sensaciones más puras e inhóspitas que emanaban de estas montañas sin par. El cordón Adela también decía presente, mientras el sol iluminaba sus perfectas líneas de carácter alpino, todo un espectáculo.    


Nuestras vacaciones continuaron viajando por lugares inmensamente atractivos, como lo son El Calafate y Puerto Natales, pero ¿cómo recorrer el extremo sur sin visitar las Torres del Paine? imposible. Primero tuvimos un encuentro cara a cara con el famoso Milodón, todo para más tarde disfrutar de la bienvenida que nos daba el Paine Grande. Su aspecto infranqueable me hizo recordar el 1er ascenso invernal de la montaña realizado por chilenos el año pasado.     


Más adelante vinieron los Cuernos del Paine y el cerro Almirante Nieto, macizos imponentes que nos llamaban a realizar un trekking o un ascenso que sé, tarde o temprano llegara. Aquella fue la tónica del camino, una sorpresa tras otra, los caprichos de una de las naturalezas más hostiles del mundo estaban ahí, frente a nuestra diminuta mirada que no alcanzaba abrazar la grandiosidad de aquel espacio.          


El fin del camino llegó con una última mirada a las Torres del Paine, un clásico de la escalada en roca, cuyo granito se ha convertido en un apetecido manjar por escaladores del mundo entero. Todo se había conjugado en un maravilloso viaje que más tarde nos llevaría a otros destinos, tales como Punta Arenas y Comodoro Rivadavia.   

miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Canalón de los Coyhaiquinos": ¡1ra absoluta!

No saben cuánto extrañaba esto. Una lesión que duro más de 2 meses me tuvo alejado de las pistas, pero siempre hay una oportunidad para retomar. A fines de agosto comencé el rodaje en el cerro Pico Negro (1.630), solitario, invernal y con mal tiempo, experiencia donde todo anduvo bien, y que a su vez me motivo a intentar un nuevo objetivo en la cordillera Emperador Guillermo. 


Esta vez partí junto a mi amigo Hugo Espinoza a explorar esta cordillera olvidada, donde había estado solo una vez antes, conociendo los secretos del cerro Balcón, oportunidad en la que realizamos el primer ascenso. Como es la tónica en esta época, para acercarnos transitamos por acarreo, bosque y nieve, lo que nos tuvo al final de la tarde montando nuestro campamento en el limite del bosque. 


Iniciamos el ataque a cumbre en horario ejecutivo, a las 07:00 hrs. salimos “los perlas”, con intenciones de definir con claridad el objetivo sobre la marcha. Llevábamos 1 hora de camino y nos pillo el amanecer encendiendo todo a su paso, iluminando un día prometedor. A esas alturas un desconocido cerro enclavado al final de un pequeño valle de altura ya nos comenzaba a quitar el sueño. 


Fuimos por una desconocida e innominada mole de 1.900 mts. Un canalón que habíamos visualizado en una imagen satelital seria nuestro pasaporte hacia lo más alto de la montaña, atractiva vía de ascenso que no nos defraudo. Ahí estaba, esperando por lo mejor de nuestro esfuerzo y determinación.


Dejando atrás el cansancio producto de la nieve honda iniciamos el 1er largo del canalón. Nieve bastante cómoda y algunos pasajes de hielo formaban parte del terreno de juego. Pendiente sostenida de unos 50º con algunos resaltes más inclinados opusieron resistencia, pero nada que detuviese nuestro avance. 


Así fueron transcurriendo los metros, asegurándonos principalmente con estacas, ganando altura progresivamente a través de un soberbio paisaje, muy alpino y estimulante, “justo lo que me había recetado el doctor”. Estábamos felices de estar en aquel lugar donde posiblemente ningún otro aventurero había dirigido sus pasos. 


El último largo nos ofreció un paso de terreno mixto – posiblemente lo más complejo – y más tarde una nieve profunda e inestable a mas de 60º, hasta que finalmente pude acceder al filo superior de la montaña, desde donde pude asegurar a Hugo de una reunión montada en roca con un par de empotradores. Los 240 mts. de canalón ¿canalón de los coyhaiquinos? habían quedado atrás.


En esos momentos solo restaba caminar unos 15 min. hasta la cumbre de la montaña superando rocas y lajas resbaladizas, pero abordables sin protección. El frio y el agotamiento de Hugo impidieron que me acompañase a la cumbre - por lo que en solitario - y luego de 7 horas de ascenso, me instale en la cima de esta virgen y bella montaña.


El descenso se inicio más temprano que tarde. Me reuní con mi cordada nuevamente e iniciamos el descenso por medio de rapeles, todos hechos desde hongos de nieve a través de la misma ruta de ascenso. Maniobra tras maniobra alcanzamos la base y más tarde continuamos nuestro camino rumbo al campamento, donde arribamos a eso de las 18:00 hrs.



Con el sabor de la tarea cumplida, la experiencia de un nuevo  1er  ascenso absoluto en la cordillera de Emperador Guillermo, y esta vez en invierno, desarmamos nuestro campamento rápidamente para retornar a Coyhaique. A las 10:30 hrs. estábamos en nuestro hogares, ¡rotos!, pero felices. "El dolor es temporal, el orgullo para siempre".

lunes, 18 de junio de 2012

Actualidad: El placer de la reconquista

Luego de  un otoño algo flojo en el que solo destacaban algunas caminatas y un ascenso al cerro El Fraile (1.500mts.), cercano a Coyhaique, por fin se presentaba ante mis ojos uno de mis escenarios preferidos, montana, nieve y hielo, la combinación perfecta. Basto tan solo un día para alivianar la angustia en algunas de las rutas que ofrece el portezuelo Ibáñez.


Cuerda, crampones y piolets en mano, junto a dos amigos nos dirigimos hasta este familiar sector para probar suerte en “Bajense de ahí” (100m/65°max.), una entretenida ruta, relativamente sencilla pero de mucho ambiente, ideal para iniciar una reconquista con el preciado y frío elemento, el hielo.


Inicie la escalada superando una pendiente fácil (45°) sobre hielo muy duro, con algún resalte de 55° un poco antes de llegar al lugar donde decidí montar la reunión, cuando solo quedaban 5 mts. de cuerda. Mas tarde inicio el ascenso el 2do de cuerda, quien subió provisto de un jumar para facilitar la maniobra. El tercero cerró el grupo sin inconvenientes.



Muy animados fuimos por el segundo largo que también me toco liderar. En la salida me esperaba una pendiente de 65° sobre un hielo muy cómodo que disfrute a concho mientras iba ganando metros poco a poco, hasta alcanzar el final de la ruta donde arme la reunión para asegurar a mis compañeros. A esas alturas ya comenzábamos a pensar en galletitas y chocolate caliente.



La siguiente tarea consistía en probar suerte en “La Cortina”, un cascadon de 25 mts. (al ojo un WI3+) a la que accedimos desde arriba haciendo un rapel. Una vez en su base aprovechamos de hidratarnos y comer algo antes de escalarla en la modalidad de “top ice”. A diferencia de otra oportunidad en que la visite, ahora se encontraba muy cristalina y hermosa, pero ofreciendo una escalada muy delicada.


En vista de que la hora nos pillaba y uno de mis compañeros se encontraba algo agotado, fui el único afortunado en escalarla, ejercicio que me demando un gran esfuerzo y mucho corazón. La falta de regularidad y práctica había quedado de manifiesto, sin embargo, yo estaba feliz en lo más alto de “La Cortina”.


Con los últimos rayos de luz alcanzamos el vehiculo. Atrás quedaba un excelente día de montaña y escalada, disfrutando de un paisaje maravilloso y buena camaradería, la actividad perfecta para comenzar a aventurar los planes que deparara este invierno.