domingo, 15 de mayo de 2011

"No estaba muerto, andaba de parranda"

Es verdad, la escusa agrava la falta. Hace tiempo que no actualizaba el blog, pero finalmente todo tiene una explicación. Entre fines de semanas aguados, cerros secos y otros compromisos, la aventura se ha ido postergando, aunque no totalmente. Las ganas de hacer algo diferente y prolongado por fin comienza a capitalizarse. Perú 2011 es el proyecto, un viaje al corazón de la escultural Cordillera Blanca.

Y como no, entrenar definitivamente es la diferencia entre hacer las cosas bien y hacerlas a medias. El entrenamiento cobija la idea tener mejores posibilidades y proyecta el compromiso. Acá un breve resumen de las últimas actividades, los “apaleos” vestidos de dudosos entrenamientos, donde el gimnasio parece ser la alternativa más fácil y cercana.

El Cinchao no falla. 2 horas y ½ a cumbre en un perfecto día otoñal, rebosante de colores y aromas. Con Coyhaique a sus pies, este cerro es un perfecto mirador de objetivos mayores. Buenos y señalizados senderos esperan por los visitantes que deberán tener precaución con el viento y el frío una vez que se abandona el bosque.

Lo próximo fue la Cordillera Santa Cecilia, un hermoso cordón montañoso ubicado al sur de la capital regional. Con un par de datos iniciamos el ascenso sin un destino claro, sino mas bien con ganas de explorar y conocer. El día se presento de regular a malo, pero no cedimos ante tanta belleza.

Más de 4 horas nos dejaron en un expuesto filo, mientras la “maldad” nos azotaba con viento fresco. A los 1.800 mts. decidimos darnos la vuelta, cuando nos encontrábamos muy próximos a una cumbre cercana. La dejamos para una próxima oportunidad e iniciamos el descenso sobre resbalosas lajas apestadas de humedad, nieve y hielo. En total fueron 7 horas de actividad.


Lo más reciente fue un ascenso al conocido C° Pico Negro (ver relatos anteriores). En esta oportunidad me desplace hasta el lugar en compañía solo de mi propia humanidad. Rápido y solitario comencé el ascenso a las 09:00 hrs. 1 hora y 40 minutos después estaba en la cumbre, digiriendo mi recompensa.


Siempre es especial alcanzar una cumbre en solitario, más aun cuando la mañana luce apacible, diáfana y extremadamente silenciosa como me toco en aquella ocasión. Un manjar para los peregrinos obstinados que - arrojados a la vida - encuentran en la montaña el escenario perfecto para familiarizarse con el mundo.

PD: Próximamente el blog se irá actualizando de acuerdo a como vaya avanzando la expedición que parte el 4 de junio. Gracias a todos por visitar este humilde campamento cibernético.