viernes, 29 de agosto de 2008

Nuestra literatura: "Los Seres del Retorno"

Como buen aficionado a la literatura de montaña iré compartiendo con ustedes regularmente, algunos de los textos montañeros que mas sentido me han causado. Estas incorporaciones contaran con algunas fotografias de mi archivo personal, tal como en algunos de los textos ya publicados. Dejo con ustedes a "Los Seres del Retorno", del autor Andres Hurtado.


El sol, el viento y las tormentas los han ido curtiendo y volviendo su piel hacia el interior. Rudos por fuera, son sensitivos por dentro. Como las flores de las montañas que ellos tanto aman: delicadas y salvajes en su pequeña belleza. No, no buscan la muerte como algunos fingen creer. Nadie como ellos para amar la vida. Son los grandes amantes porque son los grandes despreciadores. Aman la patria en la que han nacido (siempre se nace en un sitio que no se ha escogido) y, sobre todo, la que han elegido: la montaña.


Entonces para ellos todas las montañas son bellas; mas que un accidente físico, una denominación geográfica, las montañas son el reino de la luz, el camino a los nuevos amaneceres. Si el hombre es un nómada, nadie mejor que ellos para encarnar este imperativo. Hoy están aquí, mañana lucharan por aquella cumbre. Luego serán otras y otras en los horizontes. Como los nómadas, llevan pocas cosas a cuestas y mucha riqueza interior. Dondequiera que vayan, la montaña, su patria interior, ira con ellos.


La montaña es su modo de mirar la vida. Su comunión con los grandes espacios abiertos ha afinado sentidos ocultos; ellos comprenden la verdad del viento, auscultan la palpitación de las rocas, dialogan con los elementos y cohabitan con los vértigos. Ellos saben del misterio de las nieblas y conocen los escondites de las águilas. Sus ojos han mirado de cerca el esplendor del cielo, cuando en las noches las estrellas han velado la víspera de una escalada largo tiempo soñada y a conciencia preparada.


Su alma ha conocido la paz profunda que se establece después de grandes combates y les niega satisfacción en alegrías ya superadas. Tanta inmensidad acumulada en sus ojos, tanto silencio apelmazado en los oídos, tanta complicidad con las fuentes secretas de la vida, han ido depositando en su ser riquezas invisibles. La amistad es su fuerte y en ella son expertos. Yo los he visto ejercer el noble rito de los amigos. Todo puede ser simple: atacar la pared con la doble fortaleza que da la cuerda que los une y luego abrazarse en la cumbre. Un rito simple, en el que se encuentran dos mundos, en el que se reconocen dos exilados que han hallado por fin el camino de regreso.


¡Y que hermosos son los retornos! Los Montañistas son los seres del retorno: viven en camino, Parten al amanecer siempre al encuentro del sol y saben reconocerse en cada vuelta del sendero, en cada flor, en cada insecto, en cada cosa; cada cumbre del horizonte es su destino. han preferido el riesgo a la inmovilidad; el frío, el viento, la sed, el cansancio, a la seguridad de los seres establecidos. Ellos podrían lícitamente sentir compasión, pero no lo hacen; aun no han encontrado tiempo para ello y su oficio no es mirar a los demás sino avanzar hacia si mismos.


También yo quisiera ser como ellos: grandes en su pequeñez y pequeños en su grandeza. Yo quisiera levantar mi tienda en el glaciar o sobre una terraza de rocas al lado de la suya. Yo quisiera, como ellos, alumbrar nuevos amaneceres.

sábado, 23 de agosto de 2008

Actualidad: Travesía Circular Invernal

Invierno en La Araucanía. El cielo se cubre de gris continuamente aguando los deseos de ir a la montaña. En la zona central los valles están cubiertos de nieve blanda y las avalanchas son un peligro constante. El altiplano esta muy lejos y es bastante caro.

Finalmente se venia una ventanita de buen tiempo aca en el sur. Queríamos hacer un recorrido nuevo, algo que por cercano que pareciese no hayamos hecho o visitado nunca. Si bien el volcán Lonquimay lo hemos subido en varias ocasiones, jamás habíamos traveseado sus laderas logrando un circulo perfecto, menos en pleno invierno.

Jueves 21 de Agosto, partimos. Desde el primer estacionamiento de Corralco enfilamos con rumbo oeste, remontando todo el margen sur de la montaña. Equipados con raquetas emprendimos el viaje superando el intenso frío y la nieve blanda bajo la bendición de un cielo azul. Fue una jornada de 5 horas hasta que decidimos levantar el campamento, justo cuando nos ubicábamos en el filo sur-oeste de la montaña.


Con mi cordada decidimos construir una cueva de nieve para dormir, mientras que la segunda cordada lo hizo en carpa. Aplicando conocimientos de técnicas invernales, paleamos por cerca de 2 horas hasta que la casa quedo lista. Comimos, hidratamos y a dormir.



El segundo día se vislumbraba exigente por la distancia a recorrer, ya que habíamos previsto la travesía para 2 días. A eso de las 10 partimos a buen ritmo para poder concluirla según lo previsto. En 2 horas alcanzamos el bello portezuelo Lonquimay – Tolhuaca, increíble vista que nos motivo a seguir caminando con decisión.



Rodeamos todo el margen norte del volcán - para mi absolutamente desconocido - hasta detenernos junto al cráter Navidad. En ese momento ya eran 4 horas y 30 minutos de dura marcha con equipo completo sobre nuestras espaldas, por lo que decidimos parar, comer e hidratarnos, ya que el sol nos castigaba incesante.



Por fin el último tramo de nuestro improvisado desafío. Descendimos unas laderas y remontamos el último gran valle que nos llevaría hasta Corralco. El sol descendía y también nuestras fuerzas, pero el final ya estaba al alcance de la mano. Los últimos raqueteos sobre la densa nieve que cubre estos parajes hasta que se detuvieron nuestros pies junto al vehiculo que en aquel momento lucia como un verdadero trofeo.

Un poco de imaginación, buenos amigos y algo de voluntad fue la receta para llevar a cabo esta atractiva salida, que a pesar de estar proyectada como un tranquilo paseo invernal de 2 días y unos 20 km. de recorrido, termino exigiendo lo mejor de nuestra resistencia y amor por la montaña.

sábado, 16 de agosto de 2008

Una Pasión que se Teje en las Alturas

Nuevamente encontré una sorpresa en mi baúl de los recuerdos, se trata de uno de los primeros textos montañeros que escribí hace unos 4 años, el cual gratamente me traslado a la sensaciones que me embargaban por aquel entonces respecto de la montaña, sensaciones y reflexiones capaces de interpretar lo que sigo pensando el día de hoy.


"No cuesta imaginar el por qué nuestros antepasados adoraban a los dioses de la montaña, y elaboraban sofisticados santuarios de altura donde concurrían como prueba de fé y creencia. Se trata de un lugar que todavía nos es común, un sitio dotado de una particular energía, un místico lugar donde el hombre sube a renacer una y otra vez.


El montañismo no ha dejado de ser un deporte distinto, diferente, poco masivo, una disciplina donde confluye lo físico, técnico, psicológico y espiritual. En los hombres que buscan las alturas existe una extraña motivación que seria interesante resolver.


Al parecer se trata de un encuentro con el yo interno, un acercamiento a dios y a las respuestas que permanecen intrínsecas en la cordillera. Se trata de ir en la búsqueda de una recarga de sabiduría especial, mas bien situada en el plano espiritual que en el conocimiento.

Claro esta, la montaña no es dura ni rígida, mas bien posee una atracción viva y latente, se escapa de entre los cuerpos inertes para decirnos “yo estoy aquí”, y vuelve a quedar quieta en su abrazo eterno con los hombres.


Es ella quien te deja subir y palparla, mas nunca poseerla, te ofrece un paisaje conmovedor, cambiante y distinto, para luego regresarte a la cotidianeidad del mundo en una ráfaga helada de viento y lluvias huracanados.


Esto es solo parte de los que nos ofrece el maravilloso mundo del montañismo. Al parecer, se trata del lugar perfecto para pensar y dejar fluir lo que verdaderamente nos mueve en el mundo. Es el escenario ideal para los hombres, cuya mirada, apunta constantemente hacia el infinito, a la humildad grandiosa de una montaña.