martes, 13 de octubre de 2015

Yo soy tu sangre "Mi Viejo": 2da absoluta y nueva ruta

Analizando algunas opciones montañeras, hace un par de semanas llegue a la conclusión de que era factible buscar una ruta en la cara norte del cerro “El Viejo”, una poco conocida mole de la Cordillera Castillo, cuya cumbre solo había sido visitada una vez en enero pasado. El plan seria acercarnos por un glaciar que lo custodia por el este, y abordar alguno de los canalones que eventualmente franqueaban su cara norte.


Junto a Pablo Cid nos embarcamos en esta nueva aventura. Como siempre accedimos al campamento Neozelandés, donde armamos nuestro vivac, nos alimentamos e hidratamos de cara a lo que sabíamos, podría ser una larga jornada de montaña. Nos propusimos salir a las 04:30 de la madrugada para tener un buen margen de tiempo, planificación que respetamos sin contratiempos.


Caminamos hasta el fondo del valle e iniciamos un sigiloso ascenso hasta la base del cerro Chocolate, un recorrido que yo había realizado hace tan solo tres semanas, cuando escalamos la directa este. Posteriormente remontamos el glaciar en diagonal hacia el norte, ascendiendo sobre ramplas de nieve en regulares condiciones. Aquí nos pilló un hermoso amanecer, inyectándonos una dosis extra de energía.


Cerca de las 09:00 estuvimos frente a la cara norte de El Viejo. Efectivamente varios canalones de nieve y hielo bajaban por ahí, sin embargo, el primero de ellos, el de más al este, era el único que se apreciaba continuo hasta lo que parecía ser una suerte de collao. A esas alturas el día ya se había desatado, regalándonos un exquisito panorama montañoso, algo así como un enjambre de sueños en el horizonte.


Retomamos la marcha y fuimos por el canalón. Pendiente sostenida de unos 45°, hasta que alcanzamos un tapón de hielo cristal de aproximadamente 7 metros y unos 70° de pendiente. En este lugar aseguramos con un par de tornillos y continuamos la maniobra. El resto del canalón presento nieve en buenas condiciones, mucho ambiente y unos 55° en la salida.


Descansamos y evaluamos la ruta a seguir en el pequeño y aéreo collao. Frente a nosotros se levantaba una pared de 25 metros de roca salpicada de nieve y algo de hielo. Pablo fue de primero escalando con crampones, más tarde lo seguí yo y nos montamos sobre la sobrecogedora arista cumbrera. La torre principal de la montaña estaba a la vista y al alcance de la mano.
    

Luego de una travesía expuesta arribamos a la cara sur de la torre, lugar que parecía el mas apropiado para abordar los 35 metros de roca que nos separaban de la cumbre. La escalada - sin ser difícil - tenía algunos tramos resbalosos, sumado a la poca precisión de los zapatos de montaña. Pese a todo Pablo, el roquero de la jornada, alcanzo el filo desde donde me aseguró. Cuando pensábamos que la tarea estaba hecha, supimos que nos faltaba una “sensible” travesía hasta el picacho principal. 


Encabece este tramo haciendo una suerte de malabarismo, poniendo algún seguro por aquí y otro por allá, hasta detenerme a escasos metros de la cima donde monte la reunión. Desde aquí visitamos la cumbre de a uno, felices de estar cumpliendo un nuevo sueño. Al parecer estábamos realizado la 2da absoluta y una nueva ruta a la montaña.  


Para el descenso hicimos en total 6 rapeles de 30 mts. c/u (solo llevamos una cuerda), algo de desescalada y un interminable descenso por el glaciar. Arribamos al vivac alrededor de las 09:30pm., moribundos pero contentos. Al día siguiente regresamos a Coyhaique, justo cuando el clima comenzaba a cambiar. Abajo la ruta, ¡Gracias totales!