miércoles, 11 de diciembre de 2013

"Un hueso duro de roer": Cerro Emperador Guillermo

Fue mi amigo Hernán Calvis quien me hablo por primera vez del cerro Emperador Guillermo (2.100 aprox.), de su cumbre bífida y de su evidente línea de ascenso a través del “Glaciar Empotrado” que baja por su cara este. Si bien había estado antes en el sector, nunca volqué mis intenciones hacia su cumbre, por lo que esta sería la primera vez.


En compañía del “Loco Harry” inicie el viaje a esta maravillosa montaña. Pasamos Villa Ortega, nos internamos en un camino maderero e iniciamos la caminata. Luego de cruzar el rio Azul nos internamos en el bosque, la morrena y finalmente la olla de origen glacial que se encuentra en su base. Habían sido tan solo 2 horas de caminata hasta este maravilloso lugar, donde la excelente vista nos permitió aventurar la línea de ascenso.  


El ataque se inició a las 03 am. Intuíamos que sería largo y no queríamos darle ventaja al cerro. Noche templada y nieve en regulares condiciones. Poco a poco la ruta comenzó a ganar inclinación hasta que nos equipamos. Subíamos rumbo al glaciar dibujando una línea por la derecha, para evitar posibles desprendimientos. Comenzaba a amanecer. 


La pendiente no era despreciable (50°), sin embargo, lo más inquietante lo constituía la exposición y lo sostenido de la ruta. Superamos un par de “rimayas” (no eran de origen glaciar), y algunos metros sobre roca escalando siempre con crampones y desencordados. En unas 3 horas estuvimos a la altura del glaciar progresando animados.


Con los primeros rayos de sol nos montamos en la gran pala que nos conduciría al collao que separa las cumbres norte y sur del macizo. Concentrados fuimos ganando altura hasta detenernos a unos 30 metros de la anhelada salida. La mala calidad de la nieve y algunos afloramientos de roca putrefacta nos obligaron a armar una reunión desde donde abordamos los últimos metros que alcanzaban los 60°.


Fue una lástima darnos cuenta de la nieve inconsistente que poseía la cornisa, sumado al terrorífico panorama de escalar sobre “acarreo”, ya que cualquier intento por superar el tramo de roca producía desprendimientos que tarde o temprano podrían pasar a algo mayor. De la posición del asegurador ni hablar. Eran las 08:30 am. cuando decidimos darnos la vuelta. Ya estábamos a 1.930 mts. y el día acompañaba, pero la montaña tenía la última palabra.


En vista de la alta exposición y de las numerosas avalanchas que comenzaban a desfilar por la enorme rampla, decidimos descender protegiendo cada 60 mts. (el primero rapeleaba y el segundo desescalaba asegurado), así recuperábamos el equipo. Fueron largas horas hasta el pie de la vía. Alcanzamos el campamento a eso de las 13.00, 10 horas después de haber iniciado el ataque.


Como conclusión, una ruta hermosa para terminar el año, muy alpina y una potente cumbre aun por conquistar. Dejamos 2 estacas y un cordín. Ojo, que cae mucho material y avalanchas, es una vía muy expuesta. Época aconsejable, primera quincena de noviembre, cuando el torreón final está libre de hielo y la pala de nieve conecta sin problemas con el collao. Fotografías de Harry Brito y Marco Poblete.   

sábado, 2 de noviembre de 2013

Cº Catedral "del Toqui": Un olvidado coloso limítrofe

Después de nuestra incursión en el valle del Miller queríamos hacer algo más tranquilo y relajado, pero que guardara las interrogantes respecto de su ruta y dificultades. Hace un tiempo venia averiguando acerca del cerro Catedral 2.050mts. "del Toqui" como le llamo yo, para no confundirlo con otros recintos sagrados. Como era de esperarse no obtuve información (mucho misticismo, purismo y demases en esta zona), algo que no detuvo nuestros planes.


El Catedral es una montaña limítrofe - lo que aumenta su simbolismo – emplazada al norte de la mina El Toqui, para allá partimos. Dejamos el vehículo en un campo que se ubica a sus pies, a unos cómodos 850mts. Más tarde vino lo típico, algo de pampa, bosque, ríos, neveros y finalmente su evidente filo sur, donde montamos nuestro campamento a unos 1.400mts.


Como estaba pronosticado tuvimos algo de lluvia y viento en la tarde y la madrugada, lo cual no nos desanimó. Partimos a las 06:00 a la cumbre con condiciones inestables y poca visibilidad, pero teníamos la esperanza de que mejorara. Por el este comenzaba a salir el sol, incendiando una línea diminuta en el horizonte.


La ruta fue bastante lógica por su filo, algo de acarreo suelto, neveros (max. 45º), pasadas de roca con escarcha y algunos filos aéreos y expuestos que aportaban con su cuota de adrenalina. Había que moverse con cuidado, pero de igual manera progresábamos rápido y animados, doblegando el frío y el viento que se esmeraba en maltratarnos. No aflojamos.


Estábamos a casi 2000mts. pero aun no distinguíamos la cumbre, hasta que un pequeño claro de sol nos mostró el espolón rocoso que guardaba celosamente la cima. Lo rodeamos por el este e iniciamos un gateo a través de roca muy fracturada y resbaladiza que nos condujo directo a lo más alto de este caprichoso coloso "internacional".


A las 09:00 am. y a solo 3 horas de haber abandonado la carpa, finalmente estuvimos en la cima, parados sobre una pequeña pirca elaborada por visitantes anteriores (posiblemente argentinos). Disfrutamos del momento y de la vista que nos ofrecían pequeños claros entre las nubes. Estuvimos ahí por casi 45 minutos, recargándonos de esa energía que solo habita en las cumbres.   

 

Como era de esperarse, durante el descenso el día comenzó a ofrecer su mejor cara, limpiando el cielo de nubes y alejando el mal tiempo. Fue cuando pudimos apreciar la cordillera y los lagos circundantes que alimentaban un paisaje único e inigualable. Más tarde alcanzamos el campamento, luego el vehículo y por la tarde Coyhaique, donde celebramos la actividad con un buen vaso de cerveza artesanal.

martes, 29 de octubre de 2013

Abriendo ruta en Patagonia: "La Via de los Seracs"

Revisamos varias opciones hasta que finalmente encontramos una que nos pareció la más interesante. Nieve, hielo, algo de roca y exploración en un sector que, si bien no está tan aislado, los visitantes son escasos. Google Earth y Panoramio fueron de gran ayuda para identificar el cerro que para estos efectos hemos denominado “Cerro Hama” de 2.400mts. ¿Su ubicación? Al fondo de un valle subsidiario del río Miller, al interior de Puerto Sánchez.


Luego de 5 horas de conducción desde Coyhaique y otras 4 de trekking alcanzamos la base de la montaña que nos comenzaba a quitar el sueño. Levantamos nuestro campamento (a los 1.400mts.), comimos, hidratamos y al sobre. A las 05:30 estábamos en movimiento rumbo a una hermosa línea de seracs que comenzamos a escalar más temprano que tarde. La cordada estaba compuesta por el “Loco Harry” y quien escribe.


Motivados, escalamos 6 largos de hasta 60º sobre hielo (cristal) y nieve dura, hasta una zona donde pasó la pendiente y la exposición. Habían sido metros hermosos sobre terreno virgen, progresando en una mañana fría pero absolutamente despejada. Descansamos unos minutos y disfrutamos del paisaje que era dominado por el lago General Carrera hacia el sur.   


Desde ese momento nos desplazamos en simultáneo sobre el glaciar hasta una banda rocosa que sería necesario escalar para alcanzar las ramplas superiores. En la base del terreno mixto armé una reunión desde donde Harry prosiguió la maniobra. Serian “serios” 40 mts. de escalada mixta (M4) sobre roca helada y una salida corta pero infinitamente expuesta y vertical. Sobre ella armó una reunión atómica.



Más tarde vinieron 3 largos de unos 50º, donde fue necesario proteger por el gelido viento reinante y la exposición que nunca nos soltó, ofreciéndonos caídas al infinito y más allá. Con la cumbre al alcance de la mano fuimos por el largo 11 de la jornada, el cual termino en un pequeño collao a escasos 30 metros lineales de la cima, en la base del filo cumbrero que lucía podrido y expuesto, de nieve y hielo improtegible , y cuya silueta un tanto absurda se desplomaba de manera suicida y hacia el oeste. Optamos por la vida.


“La cumbre no es más que una excusa para recorrer un bello camino” , pensaba, y el camino ya estaba hecho, había llegado la hora de bajar. Con 11 horas de actividad en el cuerpo iniciamos el descenso. Desescaladas, rapeles, un susto por ahí, un resbalón por allá, hasta que por fin arribamos al campamento muy entrada la noche, exhaustos, luego de 18 horas de actividad non-stop.



El día siguiente también amaneció radiante y nosotros algo más repuestos. Había llegado la hora de partir. Atrás quedaba una nueva y hermosa línea en mi querida Patagonia, más de 800 mts. de aventura que bautizábamos como “La vía de los seracs”. Quiero agradecer a mi cordada en esta oportunidad, a mi polola, familia y amigos por ser cómplices y actores fundamentales de esta particular pasión.       
  

martes, 17 de septiembre de 2013

Exploración: ¡Primera absoluta e invernal!

Hace un par de meses visualice esta montaña e inmediatamente supe que quería subirla. Su acceso se intuía no tan penoso y sus laderas abruptas que remataban en dos hermosos torreones cumbreros no hacían más que confirmar mi decisión de “darle un pegue” este mismo invierno. Sin ascensos ni rutas conocidas me documente con un par de fotografías y partí, esta vez junto a mi amigo valdiviano, Camilo.


Comenzamos la caminata a las 10 am. a través del bosque que inicialmente se comportó amable, más tarde nos maltrataría hasta el hastío, ofreciéndonos coligues, arbustos, espinas, rocas cubiertas de musgo, hielo y otras tantas exquisiteces. Luego de un par de horas alcanzamos los paredones de un evidente espolón central, donde primero buscamos por la derecha para terminar rebotando.


Con algo de olfato propuse ir por la izquierda, sector donde conectamos un angosto canalón de nieve dura que nos condujo hasta lo más alto del espolón. Después de 6 horas de pateo accedimos a un pequeño filo donde decidimos montar el vivac. Estábamos a 1.200 mts. con una fenomenal vista a las montañas del sector. Picacho y Punta Tehuelche dominaban la escena invitándonos a soñar con sus alturas. Nos fuimos al sobre.


No dormimos mucho. Partimos por la cumbre a las 05:00 am. superando expuestos pasajes de roca y nieve para más tarde continuar ascendiendo por una serie de ramplas de nieve dura (35° a 40°), justo por el centro de la montaña. A medida que ascendíamos la pendiente aumentaba y el amanecer comenzaba a pillarnos. Eran las 08:00 am. y mi reloj marcaba -7, justo cuando nos preparábamos para abordar el inicio de la escalada. 


Serían 230 mts. de escalada sobre nieve/hielo de hasta 60°, largos que superamos protegiendo con estacas. El agotamiento y el frio se hacían sentir con fuerza, pero la tentación de salir al filo cumbrero se hacía cada vez más grande. La Patagonia nos hacía palpar su omnipresencia en un terreno absolutamente desconocido e invernal, pero no había de que quejarse, pues nosotros habíamos decidido formar parte de este juego. 
     

A las 11:00 am. alcanzamos el gran filo cumbrero, que en realidad se trataba de una enorme masa glacial que cae hacia el sur y sureste. En este punto distinguíamos claramente las cumbres sur y norte, fuimos por esta última, aparentemente más alta. Evidenciando el cansancio comenzó nuestro desplazamiento por una nieve poco consistente rumbo a lo más alto.


Poco antes del medio dia, y luego de casi 7 horas de ascenso, nos posamos felices en la perfecta cumbre de este desconocido (1.830 aprox.), una montaña hermosa, desafiante y bella. Posiblemente se trataba del primer ascenso absoluto e invernal. Estuvimos un par de minutos sobre la cima contemplando y digiriendo nuestra merecida recompensa, lo habíamos conseguido.


El descenso no dejaba de ser preocupante, nos esperaban 1.500 metros de desnivel hasta el camino, pero había que hacerse el ánimo. Realizamos 7 rapeles de 33 mts., de los cuales desescalé 5 para no perder el material y darle mayor seguridad en la bajada a Camilo. 


Más tarde vinieron los neveros, el anhelado vivac y el descenso hasta el jeep, que finalmente alcanzamos a eso de las 21:00 pm., 16 horas después de haber iniciado el ataque a cumbre. Recordé las palabras de mi buen amigo Hernán Cálvis, “en Patagonia al  cerro  no hay que aflojarle”


PD: Si bien es cierto, este macizo no tiene nombre, mi propuesta es llamarlo “Cerro La Zaranda”, atendiendo al nombre que tiene el sector y una laguna que está en su base junto a la Carretera Austral.   

lunes, 26 de agosto de 2013

Estilo Alpino e Invernal: "Lo que el día nos dejó"

En la región existen innumerables sistemas montañosos que durante el verano no llaman mucho la atención. Cotas que promedian los 1.600 metros y se encuentran tapizadas de bosques y pedregales poco atractivos. Esta situación dista mucho de la realidad invernal, cuando las montañas se visten de blanco para hablarnos de nieve y hielo, de exploración y aventura absoluta en el patio de la casa.


Apoyado como tantas veces por Google Earth, partimos rumbo a una desconocida montaña que se levanta en el margen noreste del lago Las Torres, a escasas 2 horas de Coyhaique. En el lugar un evidente arroyo convertido en un cause semi-congelado nos condujo hasta una serie de intimidantes canalones de nieve y hielo que se forman a partir de los 1.000 mts. El paisaje comenzaba a hacer de las suyas.


Junto a mi cordada – el “loco Harry” - nos equipamos e iniciamos nuestro tránsito a través de un amplio canalón que en ½ hora nos obligó a decidir entre 2 alternativas, fuimos por el canalón de la derecha.  Este último era bastante más angosto y poco a poco comenzaba a ganar pendiente hasta que nos encontramos con el primer resalte en hielo de la ruta. Escalamos desencordados los primeros 30 mts. de la vía.


Asegurados, la escalada continuo por un angosto canalón de hielo y nieve donde las estacas ofrecían la mejor protección, lamentablemente solo llevábamos 2, por lo que el avance fue lento aplicando la técnica de micro-largos para superar la pendiente que alcanzaba los 70° en algunos tramos. Mucho frío y trozos de hielo cayendo por  todas partes condimentaban la escena.


El crux de la ruta llego en un resalte de hielo podrido (3 mts.) de unos 75°, donde una caída acabaría con el asegurador y el resto del abismo con nuestras vidas. Aborde este tramo inquieto pero decidido, coloque un “tornillo sicológico” y escale con el fervor religioso de un talibán hasta que cedió la pendiente y mejoró el terreno. Rápidamente puse una estaca y aseguré a mi compañero quien continuó con la escalada.


Si bien habíamos iniciado la actividad a las 09:45 am., los más de 1.100 mts. ascendidos nos habían consumido gran parte del día, al punto de que cuando dejamos las dificultades atrás ya eran las 17:15 pm., lo que no nos dejaba margen de luz para ir por la cumbre distante a solo 140 mts. de desnivel (estábamos a 1.460 mts.). Satisfechos por la tarea realizada y pensando en tener un descenso no tan penoso, comenzamos los rapeles.


En total hicimos 4 rapales de 30 mts. c/u (faltaron las cuerdas dobles), utilizando 2 stoppers y las 2 estacas que ahora descansan en paz. Alcanzamos la seguridad del jeep destrozados cerca de las 11:45 pm. luego de intensas 14 horas de actividad non-stop. Atrás quedaba una hermosa jornada de montaña, una cumbre virgen y una nueva vía aun sin bautizar. ¡Gracias Patagonia!