Casi tres años tuvieron que pasar para regresar
al maravilloso Valle del Miller. En estricto rigor, se trata de un valle
subsidiario del mismo, cuyas montañas se han ido ganando un lugar a pasos
agigantados en mi mochila de anhelos. Su acercamiento “digno” y las inagotables
posibilidades del sector nos condujeron hasta el para mí, mejor mirador de los
andes patagónicos que he podido visitar: El Cordón Cristal (2.400 mts.).
Por si no
leyeron el relato, esta fue la primera actividad que realizamos en el sector hace
un par de años Abriendo ruta en Patagonia: "La Via de los Seracs" . Hicimos el mismo viaje y acercamiento. Coyhaique, Murta,
Sanchez y el final de un camino vecinal. Más tarde sus respectivas horas de
marcha, y levantamos nuestro campamento a los 1.400 mts., en el corazón helado
de este privilegiado valle montañoso. Posteriormente analizamos la ruta que
abordaríamos al día siguiente y nos fuimos al sobre.
A las 06.00 hrs.
nuestros crampones comenzaron a morder la nieve dura, abriéndose paso en una
noche iluminada y fría. Ascendimos directo hasta la entrada de un evidente
canalón, del cual no sabíamos mucho. Fue un trayecto cómodo, sin contratiempos,
amenizado por un potente amanecer cargado de colores, luces, sombras y el
perfil rugoso e infinito de estas celestiales moles andinas.
Los tres miembros
del equipo (Lalo, Guido y Alturasur), nos reunimos próximos al canalón y fuimos
por él. La nieve estaba regular y en ocasiones bastante aceptable. Nos movimos
rápido y animados, ganando valiosos metros en dirección a la salida. En medio
del canalón vino el primer resalte de la ruta, un tramo de mixto donde montamos
la primera reunión de la mañana y desempolvamos los “juguetes” de
escalada.
Superado aquel
tramo vino otro de menor complejidad, seguido de una rampla de nieve ascendente
donde progresamos desencordados. Estábamos en lo más profundo del canalón, en
el corazón mismo de la montaña que se mostraba amable. En los últimos metros
previos a la salida nos sorprendieron algunos metros de hielo cristal bastante
verticales y un tramo de mixto que lucía aéreo y expuesto, pero finalmente los
resolvimos.
La canaleta
había llegado a su fin. Frente a nuestros ojos podíamos ver el enorme filo de
orientación suroeste/noreste que recorre en toda su extensión este cordón,
además de la cumbre suroeste que se apreciaba muy cerca. El sol - que había sido
esquivo - nos acariciaba gratamente, entregándonos una necearía inyección de
calor a nuestras humanidades. Nuevamente desencordados, seguimos rumbo hacia lo
más alto.
Rodeados de un
paisaje maravilloso, y luego de casi 8 horas de esfuerzo, nos paramos sobre la
cumbre de este coloso. Estábamos 1000 metros por sobre nuestro campamento,
disfrutando de innumerables montañas y
glaciares. El San Valentín, San Lorenzo, Cerro Castillo, todos estaban ahí,
formando parte de una postal de aquellas que marcan a fuego la vida de un
montañista. La felicidad nos embargaba.
Descendimos por
cómodos canalones de nieve. No hubo contratiempos. Llegamos a la carpa
alrededor de las 17.00hrs. hambrientos y deshidratados, pero con el corazón
lleno de esa energía que solo las montañas son capaces de transmitir. Una
compensación espiritual que seguramente ustedes, que están leyendo esto, podrán
entender. Pasamos nuestra segunda noche en la montaña y regresamos a casa al
día siguiente, coincidiendo con el cumpleaños de Chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario