¿Sera posible encontrarse con
condiciones de alta montaña a tan solo 1.600 mts. de altura? Desde luego que sí,
Patagonia es ese privilegiado rincón del mundo capaz de ofrecer a tan solo unos
pasos de la carretera, un escenario único, invernal y escasamente conocido. El
reto está en ir, creer y perseverar.
Desde hace algún tiempo me tenía
intrigado un “pequeño cordón montañoso” ubicado al norte de Villa Mañihuales.
Por su baja altura sabía que la opción era intentarlo en invierno, algo que
concrete recientemente haciendo un ascenso rápido y por el día, esta vez en compañía
del montañero Harry Brito.
A las 09:30 de la mañana comenzó el
acercamiento desde la mismísima carretera. Primero lidiamos con un tramo de bosque
que nos demandó casi 1 hora de marcha hasta alcanzar el gran escorial que sería
nuestro pasaporte hasta el hombro de la montaña. Una suave nevada nos acompañó
gran parte del ascenso que a ratos se tornó extenso y tedioso, pero el ánimo no
decayó.
Luego de 4 horas de marcha
accedimos ¡por fin!, hasta un collao donde la ruta se tornaba más estética y la
nieve lo cubría todo de blanco. En este punto giramos hacia el norte para
comenzar a remontar un gran filo que era dominado al fondo por la cumbre
principal. Corría algo de viento y la temperatura rondaba los 4 grados bajo
cero.
El cansancio era evidente, pero
la posibilidad de disfrutar de un abandonado paisaje invernal nos impedía
detenernos. Hacia el este los cordones montañosos del sector El Gato, hacia el
Oeste numerosas montañas elevándose a la sombra del Picacho y un sin fin de
objetivos por descubrir. Pasamos bajo la antecumbre y finalmente el hongo
somital.
Después de 5 horas con 20 minutos
y 1.300 metros de desnivel accedimos a nuestra recompensa. Estábamos en lo más
alto de una desconocida cumbre patagónica, parados sobre un diminuto montículo de
nieve y hielo que en su simpleza, es capaz de alimentar nuestros más íntimos
sueños de libertad. Con banderas tibetanas al viento agradecí el instante en
silencio.
En medio de una iluminada tarde
invernal se inició el descenso. Fueron 4 largas horas más hasta el vehículo,
pero a esas alturas todo valía la pena. Atrás quedaba la montaña y su figura
omnipresente, recordándonos que los desafíos y la aventura está en todas partes,
solo basta con echar a andar la imaginación.
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