domingo, 20 de julio de 2008

Actualidad: ¡¡Vamos que se puede!!

Si, es cierto, llevaba más de 1 mes sin ir al cerro, pero aun controlaba la angustia a base de revistas y documentales, sin embargo sabía que esas dosis no podían ser eternas. La lluvia crónica del sur aguaba los planes constantemente, y los pocos “soles” tampoco permitían ir muy lejos en busca del sol.

En la última reunión de mi club - Perros de los Andes - se propuso ascender el volcán Lonquimay (2.865 mts.), un conocido nuestro que en esta ocasión serviría para subir con la gente menos experimentada del grupo, la cual estaba hambrienta de probar condiciones invernales. Iríamos por el día…

La marcha comenzó a las 08.30 am. desde el centro de ski Corralco. La mañana prometía un día sin lluvia pero el frío y el viento se encargaban de mitigar las ilusiones.


Ascendimos lento pero seguro, luchando con la nieve honda y el viento constante, que a través de sus intensas ráfagas levantaba un desagradable polvo de nieve que nos acompaño gran parte del ascenso.


Por quinta vez me dirigía a la cumbre del volcán Lonquimay, y como siempre, estaba feliz de hacerlo, feliz de sentir la hostilidad del viento, el aroma del frío y la densidad agotadora de la nieve. Sin embargo, lo más gratificante de esta ascensión fue la de liderar a un grupo de amigos que iban en busca de un sueño, en busca de una cumbre a la cual yo sentía que podía acercarlos un poco mas.


La experiencia de cumbre está a cargo de un texto de Gastón Rébuffat, el cual me permití citar aquí: "En una porción de tierra, de pie sobre la cima que ha llenado de encanto sus noches, los jóvenes andinistas han izado sus cuerpos y sus corazones, sus almas y sus sueños. Una extensión de nieve y roca que se pierde de vista, se ofrece ante ellos, en el silencio y el misterio del infinito.


Las montañas constituyen un mundo aparte: son menos una parte del planeta que un reino independiente, insólito y misterioso, en el que las únicas armas para aventurarse en él son la voluntad y el amor.

El joven montañista ha dado lo mejor de sí mismo para subirlas. Ahora contempla todo, mientras siente una creciente alegría que desconocía, pero cuya existencia confusamente necesitaba. La sangre hierve en sus músculos, su corazón late de emoción, el aire es limpio, el sol derrama sus caricias, y al final de un cabo de cuerda descubre una bella y seria amistad: la del compañero de cordada.


Y si las brumas y las nubes cubren la tierra de los demás, este reino le pertenece por un corto instante, un reino al que siempre volverá. Una victoria sobre la tierra, sobre él mismo, una recompensa del cielo por su esfuerzo".

2 comentarios:

Q.E.P.D. dijo...

Marcos, más que las fotos, bueno el texto, muchas gracias por la confianza y por el apoyo.
Sandra.

Lahuan dijo...

Tu blog es inspirador, llevo poco tiempo haciendo montaña, pero cada vez más metido.. tus relatos y fotos estan buenisimas... sigue asi!