Hace mucho tiempo que un proyecto de montaña no me generaba tanta ansiedad e incertidumbre. Mi objetivo principal era la cara Este de la Punta Rincón, ubicada en la Cordillera Emperador Guillermo . Sin embargo, llevaba un plan B bajo la manga en caso de que la ruta no fuese practicable o surgieran dudas importantes. Como lo leí recientemente por ahí, “una ascensión comienza incluso en el instante en que su nombre nos atrae. Y antes de acometerla, ya estamos ligados a esa cima durante días y noches”.
Nuevamente partí junto a Gustavo Durán a los dominios del Emperador. Solo habían pasado 24 días desde la visita anterior, por lo que la aproximación estaba muy fresca en nuestra memoria. Tan solo 3 horas y 10 minutos nos tomó alcanzar el fondo del valle - donde reposa una gran roca (boulder) - lugar ideal para montar el campamento en el corazón de estas luminosas montañas. El día estaba tranquilo y comenzaba a despejarse por completo. El augurio era bueno.
La alarma sonó a las 02.00 ya las 03.30 estábamos en movimiento. La nieve estaba dura, el progreso era rápido y ganábamos altura con holgura, hasta que nos detuvimos en la base de la Punta Rincón. Tomamos la canaleta de la izquierda y nos fuimos para arriba, esperando conectar una pala diagonal que nos dejaría en la base de la pared Este. Cuando alcanzamos este lugar nos dimos cuenta de que aquella pala era bastante vertical - y lo más complejo - muy expuesta a una caída de cientos de metros. Recién ahí entraríamos en la vía que se intuía estricta y sostenida, con nieve de dudosa calidad en los pasajes superiores. Dicho eso, optamos por el plan B, que consistía en buscar una ruta en la cara Sur de la montaña.
Continuamos ascendiendo, pero una enorme cornisa cerraba la canaleta, impidiendo alcanzar el collado que separa la Punta Rincón de una montaña que proponemos denominar Cerro Mirador (1.700 mts. aprox.) . Escalamos unas palas que nos mantuvieron muy concentrados a la izquierda, arribando justo al amanecer a la cumbre del Mirador, la cual esta coronada por una prominente roca de unos 10 metros de altura que superamos por el Este. En aquella cima - posiblemente inescalada - disfrutamos de un increíble amanecer y analizamos la ruta que intentaríamos en la cara Sur de la Punta Rincón.
Descendimos hasta el collado e iniciamos la escalada que zigzagueaba entre paredes y repisas de roca. A ratos la pendiente se tornaba fuerte pero las cuerdas aún descansaban en nuestras mochilas, todo hasta que nos enfrentamos al primer largo de la mañana. Se trataba de un pasillo angosto y expuesto de leve pendiente que conectaba con los neveros superiores, metros que resolvió Gustavo sin mayores complicaciones, asegurándome desde una reunión montada sobre hielo.
Más tarde fue mi turno. Pude meter un par de tornillos cortos y luego vino la reunión con estacas. Ganábamos altura en una mañana perfecta, fría pero sin viento - siempre a la sombra – solos, abriéndonos paso en una escalera olvidada de los Andes Patagónicos. Paso Gustavo y escalo hasta la siguiente reunión que ecualizó con camalots muy cerca de la salida, nos sin antes tener que lidiar con un buen par de metros que rondaban los 70° grados de pendiente. “El atractivo de la alta montaña no resultaría tan grande si no tuviese el atractivo del misterio…”.
Me tocó liderar los últimos metros que nos sacaron de la cara Sur. El sol estaba ahí – omnipresente – iluminando con fuerza y ofreciendo algo de calor a nuestra humanidad. El punto culminante de la montaña estaba cerca - a unos 60 metros - pero antes teníamos que resolver cerca de 8 metros de escalada mixta (M3) que defendían el cubo que da forma a la cumbre. Lo abordé sin mucho estilo, puse un par de camalots luego de limpiar costras de hielo y “repté” los últimos metros. Más tarde me di a la tarea de buscar desde donde asegurar, lo que me llevo unos buenos minutos de limpieza.
A las 12.30 h. nos páramos en la diminuta cumbre de la Punta Rincón. Habíamos abierto una vía que denominamos “Dos generaciones” luego de una entretenida y diversa escalada. Abrazo de cumbre, fotos ya disfrutar por unos instantes de aquel escenario montañoso que lucía increíble. Habían pasado 11 años desde mi primera visita a ese pequeño altar, algo que ocurrió en diciembre del año 2012 con Eduardo Jara. El descenso por la ruta normal no trajo mayores sorpresas, permitiéndonos subir al vehículo a las 19.00 hrs. agotados, rotos, pero infinitamente satisfechos.
Solo puedo decir que la Cordillera Emperador Guillermo es un tesoro de los Andes. Las 2 rutas que abrimos esta temporada fueron aventuras infinitamente satisfactorias, proyectos cercanos, rápidos, solitarios y hermosos. Particularmente en “Dos generaciones” (400mts./65°/AD+) utilizamos todo el equipo que llevamos; tornillos, estacas y camalots. “Diagonal Sur” es algo más tranquilo, pero con dos largos de hielo igualmente bellos en un entorno privilegiado… "Gracias a esta ascensión, a esta nieve, a esta tempestad, acabamos de conocer en el fondo de nuestras entrañas y de nuestro corazón una gran plenitud: la de la vida desbordante en relación con los elementos, la del sentido de la camaradería y el gusto por las cosas, que una vez probados, se nos antojan insustituibles…¡La vida, ese lujo de la existencia!” (Rebuffat).