












Cuando el reloj marcaba las 5 horas de actividad pisamos lo más alto del anhelado objetivo, era nuestra merecida recompensa. Como pocas veces en una cumbre de estas características el viento no era un invitado, solo las nubes nos llamaban a no bajar la guardia. Una pequeña pirca nos daba indicios de visitas anteriores, ¿por quien y por donde?
Aprovechando las condiciones continuamos nuestro camino rápido, sin perder mucho tiempo. Descendimos e iniciamos la marcha a través de un portezuelo que comunicaba con la montaña vecina. A nuestras espaldas fue quedando al descubierto la cara nor-oeste de una hermosa montaña que ya nos había permitido indagar en los secretos de su cumbre.
No pasó mucho tiempo y ya estábamos ascendiendo el tramo final del P1630. Progresamos en medio de hermosos torreones que ofrecían atractivas y delicadas líneas de terreno mixto, un bello escenario. Luego de un par de minutos estábamos en la base del torreón que coronaba la cima.
Me abalance sobre unos 4 metros de mixto intentando acceder a una pequeñísima montura que conectaba con el aéreo filo cumbrero, sin embargo un pequeño y expuesto tramo de hielo verglas le ponía fin a mis pretensiones. Buscamos una alternativa rodeando un pequeño torreón.
Nos pasamos de la cara sur a la oeste en un par de metros de recorrido. Trepamos un par de secciones cortas de roca “helada” y nos fuimos en demanda del ultimo y expuesto paso que comunicaba con la cumbre. El cielo comenzaba a cerrarse nuevamente y el ascenso adquiría mucho ambiente.
Poco antes del medio día “izábamos” nuestras humanidades en la cima del P1630, la segunda cumbre de nuestro periplo. Descansamos y nos deleitamos con el inigualable panorama que se abría ante nuestros ojos, la montaña patagónica nos había permitido ir un poco mas haya, hasta las fauces de su reino. Abrazos, comida, agua, fotos y a descender, no sin antes desplegarme una cinematográfica caída que gracias a dios no pasó a mayores y que de seguro será parte de otra historia.
Descendimos rápido y directo, el clima se ponía cada vez más irregular y había que salir de allí. Paso tras paso nos fuimos alejando del distante circo de cumbres, prometiendo algún día volver por más de sus secretos. Aquel día regresamos a Coyhaique con más de 11 horas de actividad non-stop en el cuerpo, y paradójicamente, con más objetivos.
PD: Quiero agradecer la participación de mi cordada patagonica en esta salida, Daniel Zapata (autor de algunas de estas fotografias), y al mismo tiempo el importante apoyo animico y logistico de Cristian Urra, gran amigo y montañero de estas tierras.