martes, 24 de noviembre de 2009

Sueños de libertad en el cordón Divisadero

Luego de una pausa consecuencia del mal clima, una gripe y un esguince, por fin partimos al cerro, esta vez con destino el cercano cordón Divisadero, una suerte de sierra que se extiende de este a oeste y cuyas cumbres promedian los 1.500 mts. El sector no goza de gran popularidad entre los montañistas, pero nosotros sabíamos que las sorpresas había que buscarlas.

Accedimos hasta un campo, superamos un par de tranqueras y ya estábamos con la montaña a nuestra disposición, observando posibles rutas a través de las laderas recién nevadas. Con ojo de águila aventuramos una canaleta en el tramo superior de uno de los picachos de la sierra, para haya fuimos.

Uff!, aparte de progresar sobre nieve muy blanda remontamos unos 40 mts. de terreno muy inestable y vertical a través de lajas quebradizas y nieve polvo, una aventura que debería andar por el IV grado, pero por fin salimos arriba, a la seguridad de la nieve compacta que se comenzaba a lucir.

Finalmente llegamos al enorme cinturón de roca, nieve y hielo que se recorta contra el cielo. Nos internamos en un estético canalón que terminaba en V, una autentica boca de lobo de aliento fresco y frío, muy frío.

Avanzamos varios metros rumbo a un pequeño y resbaloso tapón, una mezcla de rocas rebeldes cubiertas de una fina capa de hielo y nieve a gusto. Sin mas tiempo que perder abordamos el paso concentrados y en pocos metros salimos al filo cumbrero.

No fuimos por el sector mas alto de la cota, ya que se trataba de una caminata que solo nos demandaría mas tiempo, y nuestra sed de aventura ya había divisado un nuevo canalón “justo al frente”. Hidratamos y proseguimos la marcha que consistía en una largo traverse.

Caminar, caminar, caminar, nieve blanda, polvo, viento, cielos grises y ya estábamos muy cerca del segundo objetivo. Poco antes de comenzar el ascenso de una nueva ladera decidimos realizar una nueva parada en una trinchera natural para tomar algo caliente y servirse alguna barrita. El clima nos quería amedrentar pero no le creímos.

Ascendimos directo hasta la boca del angosto canalón que pretendíamos doblegar, y si, era bastante angosto pero accesible. Nos persinamos y fuimos por el, avanzando penosamente por nieve a ratos muy blanda sobre una pendiente que promediaba los 45° grados con algunos pasos de 50°. Me acorde mucho de mi casco en la subida, sobre todo cuando me cayeron restos de nieve y hielo en la cabeza, pero en fin.

La salida tenía a lo mucho 2 metros de ancho, pero entraban perfectamente mis 80 kilos. Ahí terminaban unos 50 o 60 metros de canalón, el resto fue ascender directo por un hermoso filo de inigualable vista hacia el valle de Coyhaique, un par de minutos más y estuvimos en la cima de la cota, contentos.

Una parada breve y continuamos camino rumbo a “La Teta de la Monja”, una caprichosa cumbre, de las mas altas del cordón, que ofrece un hermoso torreón cimero, y con algo de suerte y buena vista, algún canaloncillo para acceder a su cumbre con algo de emoción.

¡Creo que se puede!, fue mi exclamación cuando me puse al pie de un canalón en la cara sur del cerro. Subimos por una angosta pendiente de buena nieve hasta un tapón de roca que obstruía el paso, pero que dejaba un pequeño orificio en su parte baja. Y si!, de guata nos arrastramos sobre hielo verglas y le dimos duro a un pequeño canalón que terminaba en unos 70° grados.

Por fin en el filo cumbrero, un par de pasos mas sobre una linda arista y estuvimos en la cima de la “teta”, con una excelente vista en todas direcciones, abrazando un lindo día de montaña, conectándonos con ese ser inquieto que por fin encontraba la tranquilidad que andaba buscando.

Bajar, descender, de cara a la protección del sucio y asqueroso valle que acá en Patagonia no me parece tan sucio. Entre cóndores y liebres nos despedimos, exhaustos pero en paz.

En la fotografía las tres humildes rutas donde jugamos a ser libres con mi amigo Cristian Urra el fin de semana, ya vendrán los nombres de cada una:

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