martes, 2 de diciembre de 2008

Actualidad: ...y fue un puyehuaso apatronado

Habiendo visitado un número importante de volcanes del sur de Chile, aun tenía pendiente un clásico de aquellos. Esta vez acudimos al llamado del volcán Puyehue, cono de fuego cuya altura alcanza los 2.240 mts. ¿La novedad? iríamos con “la mano que aprieta”.


Viajamos desde Temuco hasta el fundo El Caulle, lugar de común ingreso para ascender el volcán, y desde donde se comienza a remontar un sinuoso sendero que se interna por los secretos del bosque, en un trekking que promedia las 4 horas hasta el sector del refugio, ubicado en el límite de la vegetación.



Algún agotamiento y voces de cansancio evidenciaron las féminas del grupo, nada que una buena comida y la respectiva hidratación no pudiesen aliviar. Paseamos por el hermoso sector, evaluamos las condiciones de la ruta y nos fuimos a dormir, esta vez sobre camarotes de madera, dispuestos en el amplio refugio con que cuenta el lugar.


Nos levantamos temprano para salir con las primeras luces del amanecer. Las condiciones eran ideales, muy poco frío y una brisa fresca invitaban a caminar y así lo hicimos. Ascendimos directo, pasando rápidamente de la vegetación a material volcánico, y más arriba al blanco reino de la nieve.


A medida que ascendíamos me impresionaba la vista hacia el sur, decorada de los más distinguidos volcanes - la mayoría ya visitados - y de los cuales solo existen bellos recuerdos. Tronador, Casablanca, Puntiagudo, Osorno, Calbuco y Yate, el circuito perfecto.

Luego de remontar un tramo de buena nieve alcanzamos la arista que conduce al cráter principal. El viento y el frío allí se hicieron notar, pero solo sirvieron para condimentar aun más nuestra ascensión, que hasta el momento se realizaba sin complicaciones.


Cuando promediábamos las 3 horas de ascenso, las damas del grupo se apoderaban de la cumbre, estaban en lo más alto del volcán Puyehue, en lo más elevado de su increíble estructura. Y así, poco a poco, nos fuimos reuniendo todos en la cumbre, al abrigo de nuestras emociones.


Permanecimos en la cima por 45 minutos, admirando cada centímetro del horizonte, cada detalle de estas tierras. El enorme cráter que allí duerme habla por si solo, apoderándose de las miradas, las fotografías y los comentarios que se articulan en voces satisfechas.


Descendimos pausado, con calma, dejándonos sorprender por estas laderas ahora entibiadas por el sol, hasta arribar al refugio. Ordenamos nuestro equipo y continuamos rumbo al valle, alejándonos gradualmente de estas recomendables alturas, de estos exquisitos escenarios que nos llaman a ser montañistas o trekkeros.

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