martes, 20 de enero de 2015

Cº Castillo: Crónica de un primer "pegue" a la cara sur

Luego de pasar las fiestas de fin de año en la zona central, comencé raudo el retorno a mi querida Patagonia. En el camino se sumó Guido, un nuevo amigo escalador y montañero con quien rápidamente nos pusimos en movimiento. Con el clima inestable optamos por la escalada deportiva, hasta que el “meteo” nos hizo un guiño y nos mandó a cerrear. No lo analizamos mucho y partimos a un peso pesado, la sur del emblemático Cerro Castillo.


Con ganas de disfrutar de la montaña más que de realizar una actividad deportiva potente, nos dirigimos a la cara sur esperando lo que el destino quisiera ofrecernos. “El Tosco” quedo estacionado junto al estero parada, mientras nosotros iniciamos la caminata en estilo ligero, con lo justo.  Serian 4 horas y media hasta nuestro vivac en la base del glaciar, sufriendo con el calor, los tábanos y el acarreo. Comida, mates y a dormir bajo un cielo estrellado. 


A las 05.30 estuvimos en movimiento sobre el glaciar. El viento y el frio eran escasos, muy cómodo para caminar y disfrutar del bello amanecer que comenzaba a iluminar la intimidante cara sur. No paso mucho tiempo hasta que estuvimos en la base de la característica pala diagonal (“era una chala decían”), lugar donde nos equipamos y planificamos la escalada que comenzó más temprano que tarde.


La pendiente promediaba unos 55 grados, mientras la ruta nos obligaba a progresar en diagonal hacia el noreste sobre un terreno bastante cómodo, compuesto principalmente  de nieve dura. El paisaje comenzó a hablar por sí solo, ofreciéndonos un “spot” alucinante, dominado por las accidentadas líneas de roca y hielo que defienden la celosa cumbre del Castillo. En medio de un panorama infinitamente expuesto, sufrimos y disfrutamos.   


Luego de 4 largos estuvimos bajo la canaleta de nieve y hielo que comunica con el collao, sin embargo, la excesiva caída de material, sumado a la falta de horas/cerro que teníamos trabajando como cordada, nos hizo pensar que era prudente llegar hasta ahí, ahorrándonos un mal rato en el tramo superior de la ruta o tener que sufrir por la falta de material para rapelear en caso de descender. Satisfechos, hicimos una pausa luego de 4 horas de actividad. Estábamos a 2.250 mts. de altura.


Se nos vino el descenso. Entre desescaladas, descuelgues y rapeles fuimos perdiendo altura lentamente hasta alcanzar el inicio de la pala, punto donde por fin respiramos tranquilos y aliviados. Más tarde llego el deleite con el soberbio panorama que se abría hacia el valle.  Atrás comenzaba a quedar una bella aventura y un proyecto inconcluso del que recogíamos la lección.  


El Castillo nos habló y nosotros le hablamos a él. Le dimos las gracias por permitirnos estar ahí, ofreciéndonos un desafío permanente y un hermoso lugar donde disfrutar del deporte y la cultura de montaña. En cosa de horas arribamos al bus de “La Sole”, donde devorando un sándwich observamos la pared que nos había acogido. Es la magia de Patagonia.   

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