13 años habían pasado desde que
visite por primera y última vez el paradisiaco lago Leones, hasta que
nuevamente me detuve frente a él sosteniendo el clásico dejo de melancolía que
arrastran los años. Esta vez se trataba de un grupo numeroso que tenía un objetivo
claro, realizar la 1ra competencia de escalada en hielo de glaciar en las
inmaculadas entrañas heladas del “León”.
Haciendo cordada con mi pareja,
acampamos la primera noche a orillas del lago, después de haber caminado casi 3
horas de un hermoso trayecto que comenzó en una explanada donde dejamos los vehículos. Con una
leve llovizna nos fuimos al sobre esperando tener un sueño reparador para
enfrentar el día siguiente.
Por la mañana del segundo día la
lluvia ya se había declarado por completo, sin embargo, el ánimo estaba
intacto. Nos dividimos en dos grupos y comenzamos a surcar las frías aguas del
lago en la búsqueda de lo que sería nuestro próximo campamento cerca del hielo.
Pasado el medio día desembarcamos – empapados - en nuestro centro
de operaciones, lugar típicamente usado para acceder a CHN.
Aprovechando que la lluvia nos
daba una pequeña tregua, armamos nuestro campamento en una pequeña terraza con
vista al glaciar. Aquella tarde planificamos la escalada del día siguiente,
descansamos, disfrutamos del entorno y de la grata camaradería que se gestaba
junto a una pequeña fogata donde reinaba la carne, los mates y, desde luego,
muchas sonrisas.
Con una lluvia débil nos
dirigimos el tercer día hasta el glaciar. Bien equipados remontamos los
primeros “escombros” de hielo hasta alcanzar una pequeña plataforma donde se
realizo la competencia piloto de “travesía entre seracs”, una suerte de ovalo
salpicado de hielos erráticos, grietas y ramplas inestables que daban paso a la
meta. La actividad resulto ser muy entretenida, demandando de 3 a 6 minutos por
competidor aproximadamente.
Aunque el día no estaba de lo
mejor y la lluvia era una constante, de igual forma me las ingenie para escalar
una “agradable” ruta de hielo que coronaba lo más alto de un sercac, a unos 15
mts. de su base. Monte un “top” y nos dimos el gusto de escalar un rato antes
del retorno que se inicio más temprano que tarde, consecuencia de la
inestabilidad climática. Con un buen whisky nos despedimos del hielo multicolor
que corona el León.
El cuarto día dejamos nuestra
estación base para retornar a nuestros hogares. Primero vino el cruce del lago
y más tarde el trekking de 3 horas que nos dejaba en la seguridad de los
vehículos. Bajo una lluvia persistente fuimos abandonando el celoso valle
Leones, un lugar que en su grandiosa soledad alberga numerosas anécdotas,
aventuras y anhelos.
Aprovecho de agradecer en estas
líneas la iniciativa del Club Andino Patagónico y a todas las personas que
formaron parte de esta actividad. Sin lugar a dudas, en cada uno de ellos
habita un gran espíritu aventurero.
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