Llevábamos varias horas de actividad cuando las torres cumbreras estuvieron frente a nuestros ojos, grandes, espigadas y filosas, de apariencia infranqueable. Una escarchilla cubría toda la ladera sur, por lo que tuvimos que moderar nuestros pasos que se dirigían a la base de la torre principal.
Para nuestra suerte visualizamos un pequeño canalón que comunicaba con la cara norte – y seca de la montaña – a través de un diminuto portezuelo. Nos dirigimos hacia el raudos, prolongando el show de resbalones y demostraciones de “patético equilibrio”, hasta que por fin recibimos las caricias del ¡sol!
Definitivamente aquella cara de la torre principal era mas amable. Trepamos unos 10 mts. algo delicados y expuestos pero de buenos agarres hasta una pequeña terraza, lugar donde iniciamos la escalada. Aseguré a Daniel, quien primero realizó una travesía ascendente, y más tarde torció directo hacia la cumbre. Comenzaba a entrar nubosidad al valle.
Me calcé las zapatillas y grite ¡voy!, era mi turno. La escalada fue relativamente sencilla pero muy expuesta sobre roca dudosa, hasta que nos juntamos ambos en la reunión que estaba unos 5 metros por debajo de la cumbre. Pasé de primero en instale un friend en la misma cima, más tarde puse una anilla y aseguré a Daniel.
Mas de 5 horas y media de actividad obtenían su recompensa. En un ambiente frió y tenebroso, rodeado de agujas fantasmales y abismos sombríos, encontramos la satisfacción que buscábamos, en la cumbre del cerro 1798 IGM, una cota que en su aparente simplicidad guarda una aguda cumbre que se recorta contra el cielo.
Iniciamos el descenso. Rapel, desescaladas, patinaje sobre piedras escarchadas, acarreo, más acarreo y por fin en la carretera cuando caía la tarde. Atrás fueron quedando estas modestas alturas que se han transformado en el insumo ideal para las almas que buscan autoexiliarse de las urbes.
Como reflexión personal, demás esta decir que un reencuentro con la montaña siempre será positivo y estimulante. La parte física respondió y el trabajo de cordada mejorando cada día. Ojalá el destino pueda seguir dándonos la oportunidad de convertirnos en cómplices de estas montañas y podamos hacer de nuestros proyectos una realidad.
PD: En la cumbre no existia pirca ni ningun vestigio de visita anterior, tampoco algún cordín para rapel.
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