Dicen que es malo comparar, pero en esta oportunidad es imposible no
hacerlo. De un flojo invierno 2016 pasamos a un estricto invierno 2017. Nevadas
recurrentes y periodos de frio han calado hondo en nuestra geografía montañosa,
dejándonos un regalo que cada año esperamos como niños en la víspera de
navidad, hielo de fusión. Y si esta junto al camino, mucho mejor.
Con la gracia de dios y la alineación de los
astros ya hemos podido darnos un par de vueltas a las típicas zonas de
escalada que se encuentran en el sector del portezuelo Ibáñez. De la emoción de
volver a picar hielo pasamos a la concentración y más tarde, porque no decirlo,
al sufrimiento, pero claro está, sufrimiento del bueno. Jornadas de deporte
y camaradería que he querido retratar con imágenes simuladas en HDR, una técnica
fotográfica que para mi gusto, eleva las cualidades de los entornos helados a
su máxima expresión.
Un mejor rango dinámico de luminancias entre las zonas más claras y las más oscuras de
una imagen, eso es lo que ofrece el HDR. Una fotografía de alto rango dinámico que
permite captar la escena de una manera más acorde a las visualizadas por el ojo
humano, que cuando observa el mundo que nos rodea es capaz de distinguir
detalles en zonas con una diferencia de iluminación muy superior a la soportada
por otros formatos.
Primero fue la bombacha. La
cascada regalona del sector, donde se lleva a cabo el ya tradicional “Ice Fest Patagónico”.
Un tubo estético y delicado que en su mitad inferior se encuentra más tumbado,
permitiendo moverse con cierta comodidad, pero sin confiarse. En su mitad
superior posee algunas chapas, por lo que es posible incorporar algunos pasos
de mixto y contar con buenos descuelgues para abandonar la vía.
Más tarde visitamos una
cascada que en lo personal nunca había escalado, básicamente porque no la había
visto en condiciones abordables en temporadas anteriores. ¿Su mejor gracia? Está
al lado del camino, yo diría que a unos escasos 30 metros. Y fue una gran
sorpresa, aquel día se encontraba con un hielo bastante grueso y plástico,
permitiendo una progresión exquisita. Lo más delicado fue el descuelgue para
limpiar la vía, ya que me tire de unos candelabros bastante penosos, pero
aguantaron.
Finalmente el manjar de la fiesta
hasta el momento, y para mi gusto, la cascada más “apretona” del sector: la
cortina. Pillamos sus cerca de 30 metros en condiciones muy viables, principalmente
su tramo superior, que contaba con un hielo sólido y grueso. También cuenta con
una chapa intermedia y una reunión para descuelgue. Se trata de una línea
bastante vertical, pero increíblemente hermosa. El patio de juegos que cualquier
niño (como nosotros), quisiera tener.
Pero bueno, estamos a mitad
del invierno y aún queda hielo por picar. Más tarde vendrán - si dios así lo quiere - los proyectos de rutas en montaña. Aprovecho de agradecer a mis “compañeros de
armas” en lo que va del invierno: Ricardo Campos, Tobías Hellwig, Pablo Cid y
Made Kunz, además de Claudia Millahual que me apoya en todos mis sueños e ideas.
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