martes, 17 de septiembre de 2013

Exploración: ¡Primera absoluta e invernal!

Hace un par de meses visualice esta montaña e inmediatamente supe que quería subirla. Su acceso se intuía no tan penoso y sus laderas abruptas que remataban en dos hermosos torreones cumbreros no hacían más que confirmar mi decisión de “darle un pegue” este mismo invierno. Sin ascensos ni rutas conocidas me documente con un par de fotografías y partí, esta vez junto a mi amigo valdiviano, Camilo.


Comenzamos la caminata a las 10 am. a través del bosque que inicialmente se comportó amable, más tarde nos maltrataría hasta el hastío, ofreciéndonos coligues, arbustos, espinas, rocas cubiertas de musgo, hielo y otras tantas exquisiteces. Luego de un par de horas alcanzamos los paredones de un evidente espolón central, donde primero buscamos por la derecha para terminar rebotando.


Con algo de olfato propuse ir por la izquierda, sector donde conectamos un angosto canalón de nieve dura que nos condujo hasta lo más alto del espolón. Después de 6 horas de pateo accedimos a un pequeño filo donde decidimos montar el vivac. Estábamos a 1.200 mts. con una fenomenal vista a las montañas del sector. Picacho y Punta Tehuelche dominaban la escena invitándonos a soñar con sus alturas. Nos fuimos al sobre.


No dormimos mucho. Partimos por la cumbre a las 05:00 am. superando expuestos pasajes de roca y nieve para más tarde continuar ascendiendo por una serie de ramplas de nieve dura (35° a 40°), justo por el centro de la montaña. A medida que ascendíamos la pendiente aumentaba y el amanecer comenzaba a pillarnos. Eran las 08:00 am. y mi reloj marcaba -7, justo cuando nos preparábamos para abordar el inicio de la escalada. 


Serían 230 mts. de escalada sobre nieve/hielo de hasta 60°, largos que superamos protegiendo con estacas. El agotamiento y el frio se hacían sentir con fuerza, pero la tentación de salir al filo cumbrero se hacía cada vez más grande. La Patagonia nos hacía palpar su omnipresencia en un terreno absolutamente desconocido e invernal, pero no había de que quejarse, pues nosotros habíamos decidido formar parte de este juego. 
     

A las 11:00 am. alcanzamos el gran filo cumbrero, que en realidad se trataba de una enorme masa glacial que cae hacia el sur y sureste. En este punto distinguíamos claramente las cumbres sur y norte, fuimos por esta última, aparentemente más alta. Evidenciando el cansancio comenzó nuestro desplazamiento por una nieve poco consistente rumbo a lo más alto.


Poco antes del medio dia, y luego de casi 7 horas de ascenso, nos posamos felices en la perfecta cumbre de este desconocido (1.830 aprox.), una montaña hermosa, desafiante y bella. Posiblemente se trataba del primer ascenso absoluto e invernal. Estuvimos un par de minutos sobre la cima contemplando y digiriendo nuestra merecida recompensa, lo habíamos conseguido.


El descenso no dejaba de ser preocupante, nos esperaban 1.500 metros de desnivel hasta el camino, pero había que hacerse el ánimo. Realizamos 7 rapeles de 33 mts., de los cuales desescalé 5 para no perder el material y darle mayor seguridad en la bajada a Camilo. 


Más tarde vinieron los neveros, el anhelado vivac y el descenso hasta el jeep, que finalmente alcanzamos a eso de las 21:00 pm., 16 horas después de haber iniciado el ataque a cumbre. Recordé las palabras de mi buen amigo Hernán Cálvis, “en Patagonia al  cerro  no hay que aflojarle”


PD: Si bien es cierto, este macizo no tiene nombre, mi propuesta es llamarlo “Cerro La Zaranda”, atendiendo al nombre que tiene el sector y una laguna que está en su base junto a la Carretera Austral.   

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