viernes, 4 de noviembre de 2011

Actualidad: Cordillera Castillo Non-Stop

Aprovechando el fin de semana largo que se hacia acompañar por buen clima en Patagonia, nos “ensillamos” las mochilas y fuimos una vez mas por las montañas que guarda la cordillera Castillo. Esta vez el grupo lo integrábamos tres comensales, el ya conocido KZ, quien escribe y “Kikito”, que se internaba por primera vez en esta comarca montañosa salpicada de puntas inverosímiles.

El primer día arribamos al estero parada con la intención de alcanzar a media tarde el campamento Neocelandés y así lo hicimos. Fueron tan solo 3 y ½ horas de marcha hasta alcanzar la comodidad de este idílico lugar que cada año recibe a más visitantes. Pastas, te, chocolate y pampitas se encargaron de aplacar nuestro apetito antes de irnos al sobre.

El segundo día planificamos alcanzar el portezuelo que cierra el valle del estero parada, un lugar ubicado a gran altura (1.900 mts.), que nos daría la posibilidad de evaluar las condiciones de ruta de una desconocida y atractiva montaña del sector. A las 07:00 am. ya estábamos en movimiento para aprovechar el transito sobre nieve dura, una excelente idea que en cerca de 4 horas nos permitió coronar el portezuelo.


Buscando un buen lugar para instalar el campamento descendimos un par de metros hasta una suerte de olla, la que además de protegernos del viento, nos ofrecía una vista soberbia sobre un importante numero de montañas, en su gran mayoría aun por conocer y descubrir. A esas alturas el sol nos estaba “dando” con todo.


Luego de que mis compañeros desecharan la opción que representaba nuestro objetivo inicial, fuimos a explorar el filo este que desciende desde el gran cerro Castillo, el que por su fisonomía amorfa e irregular, tampoco nos daba muchas posibilidades, por ejemplo, de alcanzar la base del cerro Peñón. Pese a estas noticias disfrutamos de la caminata y de la grandiosa vista que se abría en todas direcciones, con el Hudson y su fumarola incluida.

De regreso en la carpa, y aun con un par de horas de luz, decidí emprender en solitario el rumbo hasta la cumbre del cerro La Montura (2.143 mts.), montaña que ascendí hace tan solo 2 años y de la cual tenia un excelente recuerdo. Aprovechando la cercanía fui por su cumbre, esta vez utilizando una ruta paralela a la utilizada anteriormente, la que me exigió remontar una ladera con pasos de hasta unos 55°. A las 18:30 hrs. estaba en la cumbre.


El tercer día decidimos levantar nuestro campamento y descender hasta la laguna Duff, ¿para qué?, para ascender una pintoresca montaña que se levanta en el lugar, a la cual “curiosamente” bautizamos como Punta Duff (1.954 mts.). A las 08:30 hrs. ya estábamos al pie de la ruta que habíamos decidido abordar, y que transcurría por un prometedor canalón que promediaba los 50°.


Ganamos altura rápidamente hasta salir de la canaleta. Arriba nuevamente comenzaban a mostrarse en todo su esplendor la grandiosidad de estos valles y montañas tan esquivos. La cumbre estaba cerca, pero antes había que darse un respiro, hidratar y evaluar la ruta a seguir.


Con un sol implacable azotando nuestras humanidades continuamos el ascenso, esta vez superando secciones de roca y nieve muy inestables. Lo fuerte de la pendiente y la para nada despreciable exposición nos obligo a mantenernos atentos y concentrados, hasta detenernos a escasos metros de la cima para asegurar nuestros últimos pasos.

Cerca del medio día alcanzamos la cumbre de la Punta Duff (por una posible nueva ruta), un hermoso mirador que como tantas otras cimas de estas latitudes, espera por mas visitantes. Abrazo cumbrero y para abajo. Aquel mismo día regresamos a Coyhaique, en lo que fue una ardua pero gratificante jornada de montañismo patagónico.

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