Aprovechando un buen pronostico del tiempo y entusiasmado con la idea de ir conociendo poco a poco los parajes cordilleranos que circundan Coyhaique, inicié una nueva ascensión, esta vez con destino al cerro Panguilemu, una tranquila montaña de 1.470 mts. que serviría entre otras cosas para estudiar nuevos proyectos.

Luego de acercarnos desde un sector conocido como El Claro, iniciamos la caminata a partir de una “tranquera” que interrumpía el camino. Superamos pequeñas quebradas y un tramo de árboles caídos, todo para finalmente ingresar al maravilloso bosque nevado guiados por la intuición.

A medida que ganábamos altura la frescura de la montaña patagónica se hacia sentir, el bosque comenzaba a abrirse poco a poco y el manto blanco que cubría lo alto de la montaña estaba cada vez mas cerca. La recompensa llegó cuando por fin alcanzamos el límite de la vegetación ofreciendo un bello panorama.

Nieve en buenas condiciones nos permitieron progresar rápido, todo sin necesidad de calzarnos los crampones. Ascendimos haciendo una suerte de traverse y nos ubicamos bajo la cumbre que era custodiada por un resbaloso acarreo. Solo un par de metros nos separaban del punto más alto de la montaña.

Habían sido tres horas de marcha y unos 900 metros de desnivel, el día estaba parcial y una brisa muy fría custodiaba la cumbre. A nuestro alrededor se habría un panorama idílico, lleno de objetivos que irremediablemente nos invitaban a soñar.

Luego del abrazo cumbrero “atacamos” la ración de marcha, nos hidratamos y disfrutamos de un rico té envueltos en el misticismo de la cumbre. Una botella con testimonios nos mantuvo entretenidos leyendo historias que sacaban mas de una sonrisa, algunas de las cuales habían sido escritas hace mas de 10 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario