Cuando accedimos a las faldas del cerro, comenzamos a remontar un maltratado camino maderero, buscando ganar el máximo de altura posible, en lo que ya se había convertido en un autentico “jeepeo”. Finalmente nos “estacionamos” y continuamos abriéndonos paso a través de un bosque bajo, para mas tarde alcanzar el limite de la vegetación, que en estas latitudes se encuentra entre los 1.000 y 1.200 mts.
El clima era poco prometedor, pero nuestro ánimo ayudaba a equiparar las cosas. Remontamos la cara este del macizo, ascendiendo sobre una larga arista rocosa, de enormes lajas coloradas. Viento y frío acompañaron nuestro peregrinaje que no se detuvo hasta alcanzar la meta, habíamos accedido a la cumbre del cerro Rosado.
Con algunas complicaciones tomamos las fotografías de cumbre - lugar donde el viento se comportaba a su antojo - para mas tarde buscar refugio ladera abajo, en un acto que mas bien tenia fines exploratorios. Descendimos hacia el norte, con la intención de alcanzar una lejana laguna a la que nunca llegamos, pero que sin embargo nos permitió conocer la intimidad de un misterioso lugar de la Patagonia.
Con una lluvia a ratos bastante copiosa, iniciamos el retorno rumbo al jeep. Traveseamos la ladera norte hasta conectar con la arista este, descendimos hasta el bosque y en un par de horas hasta la seguridad del transporte. Atrás quedaban intensas horas de actividad llevadas a cabo un rincón del mundo tan hermoso como hostil. Comenzaba a acercarme a las lides del montañismo.
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