jueves, 27 de septiembre de 2012

Retratos: Caprichos de la naturaleza patagónica

Con 9 días de vacaciones dieciocheras por delante iniciamos nuestro viaje con rumbo sur. Habíamos planificado un viaje principalmente por el sur de Argentina, visitando localidades que tanto para mí como para mi pareja (Marcela) eran desconocidas, lugares donde la inmensidad de la pampa se funde en un eterno abrazo con el estilizado perfil del granito patagónico. En nuestro segundo día de viaje ya estábamos en El Chaltén. 


Finalmente estaban frente a nuestros ojos algunas de las montañas más respetadas y asediadas de Patagonia. El Fitz Roy y el cerro Torre lucían su imponente fisonomía elevándose con delicadeza sobre las demás agujas del cordón, todo un espectáculo que se mezcla con el silencio y la tranquilidad que solo pueden ofrecer estas latitudes.  


A pesar de nuestro poco tiempo decidimos realizar el trekking a la laguna Torre, sendero de unas tres horas de duración, capaz de movilizar hasta el más sedentario. A poco andar el cerro Solo ya comenzaba a aventurarnos parte de lo que estábamos por ver, coqueteando con la particular belleza de sus laderas, un tanto opacada por el protagonismo de sus vecinos.


Finalmente el bosque quedaba atrás dando paso a la morrena del mítico cerro Torre, una aguja de dimensiones notables, en cuyas paredes se han tejido míticas historias y aventuras. Con sus poco mas de 3 mil metros, el Torre quita el aliento, y nos llama a comprender la obsesión que han tenido algunos de los más grandes montañistas de la historia. Un placer estar ahí.    
  

Aquel día estuvo radiante, perfecto, sin nubes en el horizonte. Un aire fresco nos invadió, permitiéndonos palpar cada molécula contenida en el ambiente y recoger las sensaciones más puras e inhóspitas que emanaban de estas montañas sin par. El cordón Adela también decía presente, mientras el sol iluminaba sus perfectas líneas de carácter alpino, todo un espectáculo.    


Nuestras vacaciones continuaron viajando por lugares inmensamente atractivos, como lo son El Calafate y Puerto Natales, pero ¿cómo recorrer el extremo sur sin visitar las Torres del Paine? imposible. Primero tuvimos un encuentro cara a cara con el famoso Milodón, todo para más tarde disfrutar de la bienvenida que nos daba el Paine Grande. Su aspecto infranqueable me hizo recordar el 1er ascenso invernal de la montaña realizado por chilenos el año pasado.     


Más adelante vinieron los Cuernos del Paine y el cerro Almirante Nieto, macizos imponentes que nos llamaban a realizar un trekking o un ascenso que sé, tarde o temprano llegara. Aquella fue la tónica del camino, una sorpresa tras otra, los caprichos de una de las naturalezas más hostiles del mundo estaban ahí, frente a nuestra diminuta mirada que no alcanzaba abrazar la grandiosidad de aquel espacio.          


El fin del camino llegó con una última mirada a las Torres del Paine, un clásico de la escalada en roca, cuyo granito se ha convertido en un apetecido manjar por escaladores del mundo entero. Todo se había conjugado en un maravilloso viaje que más tarde nos llevaría a otros destinos, tales como Punta Arenas y Comodoro Rivadavia.   

miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Canalón de los Coyhaiquinos": ¡1ra absoluta!

No saben cuánto extrañaba esto. Una lesión que duro más de 2 meses me tuvo alejado de las pistas, pero siempre hay una oportunidad para retomar. A fines de agosto comencé el rodaje en el cerro Pico Negro (1.630), solitario, invernal y con mal tiempo, experiencia donde todo anduvo bien, y que a su vez me motivo a intentar un nuevo objetivo en la cordillera Emperador Guillermo. 


Esta vez partí junto a mi amigo Hugo Espinoza a explorar esta cordillera olvidada, donde había estado solo una vez antes, conociendo los secretos del cerro Balcón, oportunidad en la que realizamos el primer ascenso. Como es la tónica en esta época, para acercarnos transitamos por acarreo, bosque y nieve, lo que nos tuvo al final de la tarde montando nuestro campamento en el limite del bosque. 


Iniciamos el ataque a cumbre en horario ejecutivo, a las 07:00 hrs. salimos “los perlas”, con intenciones de definir con claridad el objetivo sobre la marcha. Llevábamos 1 hora de camino y nos pillo el amanecer encendiendo todo a su paso, iluminando un día prometedor. A esas alturas un desconocido cerro enclavado al final de un pequeño valle de altura ya nos comenzaba a quitar el sueño. 


Fuimos por una desconocida e innominada mole de 1.900 mts. Un canalón que habíamos visualizado en una imagen satelital seria nuestro pasaporte hacia lo más alto de la montaña, atractiva vía de ascenso que no nos defraudo. Ahí estaba, esperando por lo mejor de nuestro esfuerzo y determinación.


Dejando atrás el cansancio producto de la nieve honda iniciamos el 1er largo del canalón. Nieve bastante cómoda y algunos pasajes de hielo formaban parte del terreno de juego. Pendiente sostenida de unos 50º con algunos resaltes más inclinados opusieron resistencia, pero nada que detuviese nuestro avance. 


Así fueron transcurriendo los metros, asegurándonos principalmente con estacas, ganando altura progresivamente a través de un soberbio paisaje, muy alpino y estimulante, “justo lo que me había recetado el doctor”. Estábamos felices de estar en aquel lugar donde posiblemente ningún otro aventurero había dirigido sus pasos. 


El último largo nos ofreció un paso de terreno mixto – posiblemente lo más complejo – y más tarde una nieve profunda e inestable a mas de 60º, hasta que finalmente pude acceder al filo superior de la montaña, desde donde pude asegurar a Hugo de una reunión montada en roca con un par de empotradores. Los 240 mts. de canalón ¿canalón de los coyhaiquinos? habían quedado atrás.


En esos momentos solo restaba caminar unos 15 min. hasta la cumbre de la montaña superando rocas y lajas resbaladizas, pero abordables sin protección. El frio y el agotamiento de Hugo impidieron que me acompañase a la cumbre - por lo que en solitario - y luego de 7 horas de ascenso, me instale en la cima de esta virgen y bella montaña.


El descenso se inicio más temprano que tarde. Me reuní con mi cordada nuevamente e iniciamos el descenso por medio de rapeles, todos hechos desde hongos de nieve a través de la misma ruta de ascenso. Maniobra tras maniobra alcanzamos la base y más tarde continuamos nuestro camino rumbo al campamento, donde arribamos a eso de las 18:00 hrs.



Con el sabor de la tarea cumplida, la experiencia de un nuevo  1er  ascenso absoluto en la cordillera de Emperador Guillermo, y esta vez en invierno, desarmamos nuestro campamento rápidamente para retornar a Coyhaique. A las 10:30 hrs. estábamos en nuestro hogares, ¡rotos!, pero felices. "El dolor es temporal, el orgullo para siempre".